viernes, abril 01, 2011

INEXORABLE (A TUS OJOS)




a R.C.B.A.

A veces me pongo a pensar, cuando no tengo la suerte de contemplarte:

Hay un momento en la tarde en que parece eternizarse el universo, en un canto de belleza y poesía. Un instante cuando el sol cae, y parece que en su último estamento antes de sumergirse en el horizonte, lanza un último rayo con toda su fuerza, y todo lo bueno y hermoso de este mundo rebrilla con alegría, cantando, haciendo danzar el corazón, llenar de lágrimas el rostro.

Y miro entonces tus ojos, y me doy cuenta que en verdad, la belleza de aquél instante es porque lo miran tus ojos, porque tus ojos le dan la ternura exacta, lo perfeccionan, lo plenifican. Porque al lado de tus ojos, ese encanto es nada.

Y sonríes, y en tu risa se conjugan el fulgor del amanecer y la melancolía del anochecer, y si tus ojos, nuevamente tus ojos, no me miran, es como si mi mundo no existiera.

Y te contemplo y se me van las palabras, y no puedo decirte nada, porque nada que diga puede expresar lo que siento, ese amor que fluye como el Amazonas hacia el mar, pero que el estar cerca tuyo es como si tu gracia lo aplastara, y estoy mudo, y me digo que no puedo amarte más, pero mañana nuevamente es lo mismo, siento que mi amor por ti cada día crece mucho más, y maldigo la cobardía que hace que calle cuando debiera hablar, que no pueda expresarme cuando más lo deseo, cuando más debo, y así pasa el momento, y entonces te vas y la belleza del mundo es ceniza entre mis manos, y entonces anhelo el mañana en que te volveré a ver e imagino todo lo que diré cuando al fin no calle, pero es mentira, mañana me aturullaré nuevamente y mi destino gris seguirá así porque no me animo a exponerte mis sentimientos, a que me digas no o sí, aunque esto sea un verdadero milagro y sé que jamás de los jamases ocurrirá que me querrás como yo te amo, o que tan sólo me dejes amarte.

Pero no puedo, porque me deslumbras y me digo qué derecho tengo a prohibirme verte, contemplarte para siempre, a no compartir un café contigo, a perderme tu sonrisa, a cómo todo se ve más bello en el reflejo de tus ojos. Y opto por este caminar en tinieblas, a ser un pusilánime, pero conformarme con las migajas de ti, de tu mano en mi mano y mil palabras que nunca diré, hasta que alguien se anteponga ante tus ojos y te lleve con el aire y yo quede, como siempre, odiándome, anhelando el destino de la cucaracha que es aplastada apenas sale de su escondite, preguntándome porque cuando quiero el fin no llega, y cuando no lo anhele llegará.

Y así el ciclo, invariable, inexorable, real, eterno.