lunes, noviembre 11, 2013

Algunas cosas

Pase lo que pase, parece, siempre queremos tener todo. Muchas veces con ese todo no sabemos qué queremos decir, a veces simplemente nos referimos a dos o tres cosas (un buen trabajo, una familia de la que sentirse orgulloso, dinero/salud -esto alterna según qué tengamos en la actualidad).

Todo lo que se dice todo no lo tiene nadie. No sé si Dios tendrá todo. No sé si para Dios es efectivo el verbo "tener".

Pero en todo caso, recién acabo de mirar la fotografía de esa chica (que ya no es chica, seis pirulos menos que yo tiene) que desde que la conoció algo me movió dentro. La miro y digo que la amo. Que es mi amor imposible. Porque lo es. La distancia terrena, la distancia emocional, es tan grande, tan inabarcable, que así la volviera a ver con regularidad sé que nada pasaría. Por las razones que se les ocurran.

Veo su fotografía, digo, y yo que no lloro, lloro. Lloro por lo inútil de mi amor, de ese mirarla y saber que ese amor que me desgarra por dentro jamás será correspondido. Y la veo y más lejos la veo, la veo y sé que es (repito la idea) un imposible, mi estrella fugaz, un momento en el tiempo en que ella está en un punto tal que es mi futuro, un futuro en el cual no existo aunque sea mío.

Moriría ahora por ella, muero todos los días por ella, muero sabiendo que siempre estará lejos, como decía en aquella mi canción, como la cima de una montaña y el cielo. Que por más alto que esté, ella está infinitamente más allá de todo mi esfuerzo.

Saber que ese amor que sentís nunca será respondido desuela, consume, agota.

Todos los días es un levantarse sabiendo que de aquí hasta mi muerte sólo me queda perdurar. Vivir, ya no vivo, porque aquella que alguna vez me iluminó y me hizo creer que algo bueno podía haber para mí en esta vida de mierda que tengo, nunca estará a mi lado.

Y lo peor es que no puedo dejar de decir: "Lo bien que hace". Porque es feliz, porque tiene lo que ella ansiaba, porque vive de lo que siempre quiso vivir. Y eso es lo único que me consuela, saberla bien, saberla contenta, saberla llena y satisfecha con su existencia y que, teniendo esa base importante que es el apoyo de su familia, puede animarse a vivir otros sueños y crecer, llenarse de otras cosas.

Soy demasiado inútil y cómodo para tomar su ejemplo. O será que cada vez que salgo de mí, siempre la realidad me devuelve su inevitable traspié, ese hacerme confiar en quién no debería confiar, esperar de gente a que de mi parte si tan sólo se clavaran una astilla me angustiaría pero que de ellos podría un rayo partirme al medio y dirían (en la versión más optimista) "Uy" y seguirían en lo suyo.

Ella fue la única que nunca traicionó esa confianza, ella era la luz en medio de las tinieblas, o siquiera la vela que ilumina la casa de sombras en que vivo. No, ella a mi lado quizá ya se hubiera marchitado. Es mejor, mucho mejor, esto que le pasa ahora, que se lo merece con toda justicia.

sábado, noviembre 09, 2013

Sobre caerle bien a quien te contrata y otras banalidades similares

A ver, vamos a ser claros. Sinceramente, salvo (extrañamente) Daniel Tognetti, casi nadie que haya salido de la factoría Pergolini me cae bien. Como dice el dicho, dime con quién andas y te diré quién eres.

Eso me pasa con gente que respetaba hasta que se fueron a trabajar con él en su radio. De golpe escucho en esos programas como Cheque En Blanco críticas al Gobierno Nacional, algunas ciertas, otras con un tufillo a caerle bien al trompa, otras a la audiencia en general del trompa. Todo mientras dejan de lado los "macrisapos" porque en la radio de un macrista recalcitrante (recuerdo la campaña subliminal que le hacía en los 90 para que fuera presidente de Boca) eso no está permitido.

De todos, al lado de Guetap, los de CEB son un programa que mantiene una coherencia notable a lo largo de más de una década. El nivel de ignorancia acerca de la realidad que viven (que vivimos) muchos de los que habitamos la Ciudad de Buenos Aires, manifestada sobre todo en la persona de su conductor Reynaldo Sietecase, es lamentable.

Un latiguillo que se le ha puesto de moda, es decir que aborrece de los subsidios, que él está en contra de una "economía totalmente subsidiada". Caramba. Entendería si dijera con nombre y apellido (o persona jurídica) a los empresarios todopoderosos que reciben subsidios. Me parecería, no digo objetivo porque nadie lo es, pero al menos honesto intelectualmente, si hablara de TODOS los subsidios que el gobierno de Macri le otorga al sector privado, y por valores que empalidecen a los que otorga el Gobierno Nacional, que además lo hace para sostener actividades necesarias para la población, como el transporte público, el gas, la electricidad... Eso le molesta a Sietecase, lo que se subsidia a los que laburan y apenas llegan a fin de mes. Pero se hace el reverendo boludo con la gestión PRO que financia negociados privados, que hace ricas a empresas amigas que tienen todo el tema de las construcciones del Metrobús, de los asfaltados innecesarios (y que ignoran olímpicamente aquellos barrios donde sí se necesita un asfaltado o un mejoramiento o reparación de las veredas). No, de eso Sietecase no se ocupa, calla, y si lo dice algo, ni siquiera lo ponen en su famoso resumen al final del programa. Todo es los ataques al Gobierno Nacional. Para formar el clima antikirchnerista que seguramente le marcan (y que él acepta sin chistar) desde la radio.

Parece que no entiende que hay mucha gente, algunos asalariados, algunos que facturan, algunos que no les queda otra que cobrar en negro, que si no fuera por los subsidios no alcanzarían a pagar el alquiler, las expensas, la comida.

Empieza él con que en otros lugares está más caro. ¿Y? Quisiera ver si en esos lugares los sueldos están tan deprimidos como están acá en nuestro país. Pero aún así, ¿por qué siempre esa maldita manía de comparar nuestra realidad con realidades ajenas, extrañas? Nosotros vivimos en Argentina, no en donde corno se les ocurra tomar de ejemplo para decir que tenemos un gobierno de cuarta. Nosotros tenemos que construir una realidad, y en esa realidad, lamentablemente, si el Estado no interviene, los privados y los administradores de los servicios públicos nos arrancarían la cabeza a los ciudadanos de a pie.

Y como digo, nada dice de la inmoralidad galopante que reina en la Ciudad de Buenos Aires, donde cierran talleres protegidos, escuelas de música, colegios y escuelas públicos, devastan hospitales... Al contrario, contribuye al proceso de erosión de la gobernabilidad (cualquiera sabe que digo que en este rubro nadie contribuye más que los propios kirchneristas en el gobierno y en el Congreso, pero eso es una pata; otra es la de los medios de comunicación social; otra, los de las clases a los cuales sus intereses fueron tocados de forma hasta grosera por los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner). Sietecase y sus secuaces se tapan los ojos (como los referís de los partidos donde dirigen a River) cuando ven incrementos en publicidad, donde se gasta por encima del presupuesto, donde uno ve miembros del gobierno de esta intendencia y se pregunta como con un sueldo apenas superior al mío, cambian de departamento cada seis meses o acumulan autos de alta gama. Pero si lo hace Lázaro Báez (que también debería explicar cómo de ser un chofer raso pasó a tener tanta guita) sale hasta de adentro del inodoro donde uno está sentado.

Al contrario que Sietecase, yo creo que el subsidio debería llegar también a las provincias más pobres del país. No puede ser que si vas a provincia de Buenos Aires, o a Corrientes, o a Córdoba, o donde se te ocurra, y el pasaje de colectivo esté por las nubes.

¿Bajarlo? Yo diría quitárselo (por ejemplo, a través del SUBE) a aquellos que tienen ingresos anuales que no justifican que reciban un subsidio. Y que no paguen nada las personas que no cobren mucho más del 20% de la canasta familiar (otro invento, pero eso hablaré otro día). Ni los jubilados con el sueldo mínimo. Ni quienes por su discapacidad no pueden procurarse un trabajo que les asegure un sueldo digno.

No. Sietecase esto no lo sabe (¡mentira!) así como poco y nada dice sobre la burla de la tarifa social de Macri. Se te ve mucho la hilacha, Reynaldo, un tipo hasta el que le he comprado sus libros de poesía por simple simpatía hacia él (de esto, claro, él no tiene la culpa; es pura mía).

Bueno, él viene del riñón de Lanata, un tipo al que muy pocos vieron como el ser abominable que es, digno heredero de ese tipo que tanto lo admiró y lo ensalzó como fue Bernardo Neustadt, y del cual Lanata siempre quiso despegarse pero que al final de su vida más se parece, un clon grotesco y paródico, un intento de copia que no llega ni a borrador borroso.

Sietecase seguramente querrá ser una copia de este engendro. Es tan patético que la simple idea da risa y no de la alegre.

Si creyera en la sinceridad de Sietecase en sus críticas, debería pensar que el tipo tiene un nivel de vida tal que piensa que el 99% de los laburantes tienen para vivir con las cosas aumentando todo el tiempo. Pero el tipo es demasiado inteligente para creer eso tan simplista, por eso lo otro, por eso ese querer caerle bien al conchetaje que escucha la radio de Pergolini.

Escrito a una hora donde lo único que se escucha es mi equipo de música sonando Circo Criollo de Raly Barrionuevo. Sepan disculpar errores ortográficos pero sobre todo, la argumentación pobre que pueda haber presentado aquí.

Saludos

PD: Es cierto, el Gobierno Nacional no hace nada por la inflación (de combatirla, quiero decir). Es cierto también que no la genera... hasta cierto punto, pero busca cosas que parecen de otra época. Lamentablemente, conjugar los intereses de un lado y otro no es sencillo, pues el Gobierno debe abogar por los derechos de los que menos tienen para que el costo de las cosas no signifiquen erogaciones que le impidan vivir. Negar las cosas diciendo que es "una sensación" contribuyó en cierta forma a la paliza que recibieron en las elecciones (y en las que por lealtad al peronismo voté a Cabandié y Filmus, pero por Dios... ¡qué candidatos tan ESPANTOSOS los dos!).

¿Qué hacer? Yo creo en el intervencionismo estatal cuando los privados se pasan de vivos, pero ellos sólo cumplían con las reglas cuando tenían un milico en las empresas vigilando lo que hacían. Bueno, el argentino es hijo del rigor, dicen. Parece que un gobierno realmente democrático no puede gobernar este país con esta clase de gobernados.