jueves, agosto 31, 2006

DÍA DE WEBLOGS

Buenos días:

Según cuenta Gaby, autora del blog Un poquito de mí... salvo el crepúsculo, en el día de la fecha se celebra el día de los Weblogs. Extraigo el siguiente párrafo de su notícula, sin su permiso, obvio ;-):
"Este sería el segundo año que se celebra a nivel mundial.La idea es hacerlo saber y recomendar a cinco blogs dando una breve reseña de cada uno de ellos."

Aunque ya viene con trampa, estos son los cinco (5) blogs que más me gustan, por distintas razones. Son más o menos conocidos, pero son los que me releo con mayor asiduidad (no sé por qué, los blogs de amigos los visito tan poco, así que ¡perdón! antes que me tiren con algo. Igual pasaré a saludar).

Laura en India. Es un blog que caducó el año pasado, pero muy interesante, que narra las experiencias de mi amiga, perdón, de mi hermana del alma, Laura, una catalana que conocí de casualidad en otro sitio y que es un sol, aunque ella no lo sabe. Y en este blog narra su experiencia de ir a la India, de estar en lugares donde, creo, la mayoría de nosotros saldría corriendo. También tiene un blog literario (es una de las mejores escritoras que conozco, superior a muchos que editan libros como chorizos y son más famosos que los Beatles), que lo pueden encontrar en los enlaces a sitios de amigos.

Isol blog, la página de Isol Misenta, la ex-cantante de Entre Ríos, que en este blog nos muestra su faceta de ilustradora. Para mí, que no soy un fanático de la ilustración, me ha hecho conocer otro mundo, y, cosa extraña, hasta me ha despertado reflexiones bastante inusuales viendo esos dibujos entre cálidos, calmos, pero ocultando en el fondo la furia de la tormenta.

Cinequanon que conocí a través de un blog que citaré después de este. Un blog donde se habla de cine, de música, hacen listas que son entre serias e irónicas (cuando lo pusieron como disco más feo del año a X & Y, de Coldplay, sólo con la insinuación me rei mucho) y que es interesante, aunque no siempre se compartan (como me pasa usualmente con cualquiera que tenga una opinión propia sobre algo, es decir, que no las saca de los resumenes de los diarios o de internet), pero que le agregan a uno otra perspectiva de las cosas.

Mal Elemento, blog del programa de radio de la Rock & Pop del mismo nombre. Dentro de lo poco rescatable que tiene hoy esa radio, este programa es uno de ellos, por lejos. En este blog hay críticas de cine, de música, lista de temas de los programas que salen al aire, textos del escritor Fabián Casas, y cosas de ese estilo. Un blog más que interesante, al que a veces afean la mala leche de algunos visitantes que se empeñan en poner toda la mala leche en sus comentarios, pero (acá también viene un punto a favor de los dueños del blog) no ponen ningún tipo de censura.

Pensamientos de la nada de la blogger Dosto, y según me enteré anoche, geminiana igual que yo, y al igual que mi amiga Laura y que la antecitada Gaby. ¡Los geminianos al poder! xDDD Hablando de este blog, que lo conocí hace muy poco, es un lugar donde la autora expone sus pensamientos, reflexiones, escritos de una belleza poco frecuente.

En fin, que a todos mis amigos y conocidos bloggeros, ¡muy feliz día! Y ya que estamos en Argentina, una razón más para festejar ;-), así que si alguno tiene una idea copada, comente :-D

Saludos a todos y hasta el próximo post.

viernes, agosto 18, 2006

MIRADAS PARCIALES

Buen dia para todos:
Hoy vuelvo a escribir sobre el consabido tema Israel - Líbano. Pero simplemente para exponer algo que me parece peligroso, por lo que representa dentro de un cierto contexto.
Como algunos sabrán (y otros tratan de tapar) en ciertos sectores sociales y en cierta gente con cierta ideología, la discriminación y el desprecio son aspectos esenciales que, de otro modo, parecería que los mismos no podrían desenvolverse naturalmente.
En este caso, voy a hablar de ese odio solapado, pero siempre latente, que existe hacia las personas de origen judío (sean o no religiosas). Otro día hablaré del desprecio hacia el resto de los iberoamericanos.
Venía yo trotando, a la noche de ayer, por otra calle que habitualmente no transito, y me encontré con un periódico de un conocido partido político de izquierda, que titulaba

UN VIETNAM PARA EL SIONISMO
o la barbarie perpetua


Vaya uno a saber por qué razón, muchos de los intelectuales y políticos de izquierda de nuestras tierras sudamericanas, odian, desprecian, aborrecen al judío. Lo ven como el causante (sic) de todas las desgracias que aquejan a los países de este lado del planeta. No es extraño toparse con alguno que repite (porque cuando se le pide aunque sea nombres, no los sabe) que coca cola, mcdonalds, burger king, etc., están manejadas por judíos, y como son parte del imperio norteamericano, entonces ellos contribuyen a la extensión por el orbe planetario del "cerdo" Bush y sus aliados "sionistas".
Otros se remiten a esa frase que dice que "no hay judíos pobres en Argentina". El problema, me parece, es cuando gente con un nivel de información mayor a la media, como el filósofo judeoargentino Tomás Abraham, dice que es más cierto que la mayoría de los judíos tienen una tienda en Florida (afamada calle porteña, donde los precios de muchos productos son visiblemente más caros que en otros lugares de la misma ciudad) que mendigando.

Y creo que es un problema porque de una forma u otra, se justifica (en el caso de Tomás Abraham, no creo siquiera que sea consciente) el desprecio por el otro por el simple hecho de tener más dinero que uno, o ser de una creencia o una ideología distinta a la de uno. O sea que la pregunta hacia si los judíos tienen más dinero que el resto de los habitantes de este país, debería ser un simple: ¿Y?

En estos días, es a veces hasta llamativa la insistencia en los noticieros, mostrar la masacre perpetuada por las armas israelíes sobre los civiles libaneses. Pero poco se ve sobre los muertos por los ataques de los terroristas en territorio israelí.
Esto es, como siempre ha pasado en este país, los muertos son más valiosos de un lado que del otro, duelen más que del otro, y más: de un lado, del lado que nos cae más simpático, aunque simplemente sea por aquello de "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", los civiles muertos son pobres inocentes, los terroristas muertos son patriotas que murieron defendiendo la libertad de su pueblo frente al "avance sionista"; del otro lado, la culpa de morir la tienen los mismos civiles por apoyar la masacre perpetuada contra el país vecino, y los soldados se preparan para eso, para morir.
Y creo que con respecto al lado israelí, ya hice dos post comentando ese tema, así que, aunque me acusen de pertenecer al imperio sionista-norteamericano, sé que ya dejé suficientemente claro ese punto.

Lo horroroso en todo esto es que, para esta gente, la vida no vale nada.
Importa sólo la ideología, y a partir de allí, el otro importa o no importa.
Los muertos son sólo estadísticas que confirman la teoría propia.
Si estás conmigo, valés; si no, la muerte es un buen comienzo.
Si estás conmigo, merecés perdurar en la historia; si no, merecés ser exterminado.

En ese sentido, era patético ver al Sr. Andrés Oppenheimer exultante ante la posible muerte de Fidel Castro. Digamos que yo no soy el principal simpatizante de Castro, pero nunca se me ocurriría festejar su muerte, y si me alegrara, entonces quiere decir, debo reconocer (en principio, yo, y nadie más que yo) que algo está mal en mí.
La racionalidad, creo yo, debe aplicarse precisamente en lo más valioso que tenemos, en lo único que tenemos, cada uno de nosotros, que es la vida. Así como mi vida es única y es hermosa y terrible y feliz y solitaria porque es mía, del mismo modo lo es para cada uno de los entes humanos que componen "los otros", esos seres humanos con quiénes compartimos un mismo tiempo dentro de la historia, pero no el mismo lugar físico.
Esta sola, simple noción, de ser iguales pero distintos, diferentes pero unidos por algo más profundo que la religión, la lengua, el país, la familia, y hasta que un equipo de fútbol xDDDD, debería enseñarnos que todo ser que nace merece ser respetado, y merecería toda nuestra atención, a fin de que siempre sienta la comunidad a su lado.
Pienso en algunas tribus africanas donde la hija o el hijo de alguien no es hija o hijo de una pareja, sino de toda esa tribu. Todos lo consideran parte de su familia.
Es un sueño utópico, lo sé, y sé que es imposible de alcanzar con el grado de atadura que tenemos a las cosas pasajeras, a todo lo que es efímero, a todo lo que siempre ha separado a los hombres, sea política, dinero, historia, lengua, religión, posesiones.

Pero desde acá, solo queda luchar, desde esa integridad que no es completa, y unos ideales que uno no siempre se encuentra dispuesto a jugarse por ellos, y esperar que, sea por el ejemplo o por la razón o porque no quede otra, nos respetemos, no haya muertes absurdas, guerras, atentados, militares, policías, terroristas, soldados, mercenarios. Porque sea legal o no, sea de un lado o del otro, cualquiera que mata es un asesino.
Podrá estar más o menos justificado matar, pero siempre con esa muerte habremos exterminado un millón de posibilidades de cambios. ¿Por qué remitirse a lo malo? Si siempre del otro esperamos lo peor, es obvio que nada cambiará.

Y entonces será tiempo de decir que nuestro destino está sellado. Y estos festivales de destrucción y barbarie serán comunes, aún en aquellos lugares donde parece que nada de esto podrá afectarlos nunca.

Y cuando una especie hace tanto por destruirse, es obvio que, tarde o temprano, lo logrará.

domingo, agosto 13, 2006

OASIS EN EL DESIERTO
ULTIMO JUEVES - 2005
FELICIDADES

Buenas noches, estimadas y estimados.
Después de una tarde aciaga con ese empate entre los amargos de Passarella y los muertos de Newell's, levanto tres cuentos que serían algunos más si no fuera porque los cuentos que escribí (y para los que no saben, son manuscritos en un cuaderno con el logo de River, cuentos que una vez que quedan como a mí me gustan, los arranco y los guardo en algún lado... pero vaya uno a saber donde los metí; esta enfermedad de mierda me está empezando a molestar un poco)... ¡no sé dónde los metí! En fin...

El primero es el más reciente, tanto que lo terminé hace escasos minutos (y que no aseguro que no termine de corregir antes de publicarlo, si releo y encuentro que hay un término que chilla demasiado, y entonces el pobrecito es expulsado a la nada de las letras). No pretendí hacer nada rebuscado, sino exponer mis inquietudes de estos días.
El segundo es un cuento escrito el último día de trabajo en mi trabajo el año pasado (ya que los agentes del Estado usualmente tenemos feriado el día hábil anterior a una fiesta). He escuchado interpretaciones muy variadas, así que a los que quieran dejen su versión de qué quiero decir.
Y la tercera es algo que escribí poco después de salir del hospital. No sé, en esa época, estaba en un momento con un extraño optimismo, hasta que la realidad cotidiana me devolvió a mi estado general.
Espero que los disfruten. O que les sea leve, al menos ;-)


OASIS EN EL DESIERTO


Ya está.
Ya lo dije.
Ya me cavé la fosa.
Y sabía que pasaría desde que la conocí.
Extraño enamorarse de alguien de quién se sabe que jamás te amará.
La miro y una lágrima asoma a mis ojos. ¿Sabrá, le interesará saber que moriría por ella, por que su tristeza y su infortunio terminaran? Ahí también entiendo lo que es amar realmente, y comprendo a ese dios que murió por sus creaturas.
Inesperadamente, o no tanto, a los de ella también asoma una lágrima, y esconde su rostro mirando hacia un costado.
De repente, se abalanza sobre mí y me abraza con una fuerza que indica una ternura que nunca podré olvidar.
— Te quiero muchísimo, muchísimo.
Como diría el viejo tango, es una migaja de amor, con respecto al amor que yo anhelaba, pero también es el amor más sincero que sentí nunca, y en lugar de desfallecer de pena, lloro con una extraña alegría en mí.
Y ella también, calladamente, secretamente, llora apoyada su cabeza sobre mi hombro, hasta que este momento eterno culmina con un largo beso de ella en mi mejilla.
Ya está, me digo.
Ya su rechazo es real, no sólo en mi presunción de eventos futuros.
Y con su demostración de cuán amigo de ella me siente, ya sacié mi sed de afecto. De golpe siento que tal vez ese instante justificó años de pena.
Y como un árabe en un oasis, entiendo que es hora de partir. Ahora me toca continuar en este desierto que es mi propio destino.

ÚLTIMO JUEVES - 2005


Entro para saber que no hay nadie. Como siempre. Como una maldición divina. Cuando más necesito a los demás, más lejos ellos están de mí.
Lentamente recorro los muebles rotos, llenos de polvo. Paso el dedo y lo saco negro, manchado del polvillo acumulado.
Es una casa amplia o estrecha, depende de qué punto de vista se mire. Es amplia en cuanto que hay muchas y grandes habitaciones, pero está tan lleno de trastos inútiles que dificultan el andar y el respirar. El hacinamiento es patente.
Miro sin mirar y recuerdos no tan lejanos vienen hacia mí. Recuerdo su sonrisa, recuerdo su pelo castaño rizado sujeto por una vincha que le quedaba tan mal, pero que a ella le gustaba. Y pienso que ahora que no está nunca podré decírselo.
La melancolía me inunda, quiero salir de aquí. Pero el vacío me puede, y me inmoviliza, y entonces me quedo parado sin intentar cosa alguna.
Suspiro.
Respiro hondo.
Cierro mi mente a cualquier pensamiento.
Oigo el ruido de la calle: los autos que van y vienen, conversaciones en la vereda, un tema de los Redonditos en una radio cercana.
Me concentro más y oigo mi propio corazón palpitar con fuerza.
Ya me siento en posesión de mí, nuevamente.

No puedo superarla, me digo. Mi melancolía me acompaña dondequiera que voy. ¿Por qué luchar contra ella? Es parte mía, no puedo sacármela como tampoco puedo sacarme un brazo o una pierna sin quedar mutilado.
Mi debilidad debe ser mi fuerza, me digo. No puedo, no quiero quedarme atrapado de noches de ensueño y de olores que no podré recuperar. No puedo aislarme en el pasado, siendo que no existe ya, ahora, y si me aferro a algo sin entidad palpable, yo mismo me veré atrapado, consumiéndome en esa irrealidad.
Si alguna vez, de alguna forma, puedo hacer que las cosas sean distintas... no sé si lo haré. Hoy siento que haría cualquier cosa, pero una cosa es la posibilidad de los hechos, y otra los hechos concretos.
Lo que sí, nunca jamás quedaré encerrado en esta habitación, sometido a esta dejadez que me aniquila. No seré el lobo de mí mismo ni de los demás. Si no podré dar luz, al menos procuraré indicar donde no buscarla, porque ya he estado allí y ya sé.

Salgo.
Cierro los ojos.
Respiro pausadamente.
Es increíble cuantas cosas uno no ve cuando está empeñado en no ver.
De repente me largo a reír. Soy tan patético que me río de mí mismo.
Andar hacia adelante, ese es el camino. Dejar de mirar continuamente atrás.
Camino, a veces más rápido, a veces más lento. Tomo la avenida. Me pierdo entre la multitud, yendo hacia el sol.

FELICIDADES


Él despertó y lo primero que hizo, fue verla mientras ella aún dormía. Le encantaba contemplarla. De pronto, ella abrió los ojos, le miró a los suyos, y sonrió. Desde que la vio sonreír por primera vez, se enamoró de ella, y su sonrisa siempre le pareció lo más bello entre todas las cosas bellas de este mundo.
— ¿Sabes que eres demasiado hermosa? —le dijo, y se mordió los labios y entrecerró los ojos, pensando que de todo lo que podía decirle, le había dicho lo más estúpido.
Pero ella le acarició le mejilla y le besó.
— Te amo, tonto —le dijo sonriendo con picardía. Y él extendió su brazo y ella puso su cabeza sobre él, y así durmieron juntos hasta que la mañana los llamó con su rutina diaria con olor a café y panecillos recién horneados, con olor a fresco matinal entrando por la ventana y risas de chicos yendo al colegio.


Ya está. Y como dije, al cuentito nuevo lo corregí como ocho veces el texto antes de dejarlo como a mí me parece mejor.
Gente, cuídense mucho y que tengan una hermosa semana.

domingo, agosto 06, 2006

6 DE AGOSTO DE 2006

Hoy he tenido un par de sueños con vos, ¡con vos!, que no te conozco, que nunca he estado contigo, y que ahora sé que te amo, como vos dijiste alguna vez sin saber entonces que te referías a mí.
A vos, a quién no te conozco, en un primer sueño, te he visto encontrándote conmigo. Yo estaba a cargo de un vídeo club. Venías y buscabas una película, te la entregaba y te ibas. Yo te miraba con nostalgia, pero nada pasaba.
En el segundo sueño, extraño insistir tanto con alguien a quién solamente he visto en fotos o he chateado en alguna cyberentrevista, estaba en tu casa. Estábamos organizando algo parecido a una fiesta con varios amigos comunes (¿¿??). Me dijiste (vaya recurrencia del sueño en una misma idea) que te consiga "Un Oso Rojo", que querías verla.
Asentí, salí y volví, aunque el trayecto intermedio nunca lo realicé. Estabas esperándome con sonrisa amable. Te di el vídeo en mano. Te contemplé. Con tu figura menuda te acercaste y me hiciste una broma. Vos entraste a un cuarto y saliste, justo cuando yo entraba allí no sé a qué. Levemente nuestros rostros se rozaron. Allí, en medio de todos y sin que nadie a su vez nos contemplara, te di un suave beso en tu labio superior. Vos me miraste. El siguiente beso fue por decisión de los dos.
Nos separamos y enseguida nos dimos cuenta de lo imposible de esa relación, en tu esposo, en que dirían los demás si nos hubieran visto (y estábamos tan amuchados que casi ni movernos podíamos), en eso que apenas revelado debía desaparecer. Vos bajaste la cabeza y luego me miraste con tus intensos ojos marrones, apoyaste tu mano en mi pecho, yo la tomé con las dos, me seguiste mirando mientras te mordías los labios, y te alejaste, apretándome con firmeza mis manos que resguardaban la tuya.
Allí pensé que vos también tenías tus penas, que esa imagen mía de verte feliz, o al menos, segura de vos misma, era falsa. Tenías miedos, temores, inseguridades.
Entonces desperté.
En mi cama, desasosegado.
Me levanté, contemplé el cielo gris, con una leve llovizna que humedecía como acariciando las hojas de las plantas del jardín, y sentí mi profunda, mi desgraciada soledad.
Justo entonces una ráfaga de viento sacudió mis ojos y largué esas lágrimas que estaba conteniendo, que ahora se fundían con esa llovizna que empezaba a ser lluvia que caía como piadoso manto sobre mi cara.

viernes, agosto 04, 2006

XIRIAN Y SEMIELD
SOBRE AMORES Y CANCIONES Y RECUERDOS

Estos son dos cuentos, uno viejo, uno nuevo. Uno remite a algo que quería ser otra cosa (un cuento de ciencia ficción) y terminó siendo otra cosa (una historia de desencuentros con cuadros exóticos de fondo). En el otro, descripción de mi actual ánimo (hecho pelota, pa' ser ecsactos). En uno procuré trasladar una melancolía en el hablar, en el decir del relator. En el otro, una voz interna que diera cuenta de la tortura en que se transforma la existencia, que hace que uno diga muchas veces "la verdad que no vale la pena vivir". No sé hasta donde la suerte me habrá acompañado y se sienta la desazón que siento, el profundo dolor, la ominosa pena que me embarga.
Un Ray Bradbury melancólico y un Hermann Hesse en Rosshalde pueden citarse como fuentes primarias de estos cuentos.
Y con respecto a mí. Supongo que terminará este estado, o este estado terminará conmigo. De uno u otra manera, es una salida, así que tan mal no está. ¡Algo es algo! xDDDD

XIRIAN Y SEMIELD


"Mirarte y hundirme son la misma cosa", se dijo la última vez que la vio. No sabía cómo expresar su cariño y su odio ante ella. El nombre de ella era Xirian. El de él, Semield. Donde transcurrió esto, no interesa. Supongamos un planeta, Tunah, hoy desierto. Supongamos una comarca olvidada, Rove-Rts.
Conocí a Semield en un viaje a Andrómeda. No sé por qué me contó lo que me contó. Puede ser que haya visto en mí a otro solitario como él.
Él era un hombre mayor (aunque se pensaba viejo), cansado de muchas cosas. Nada le satisfacía, y por otra parte, sentía que su vida era una continua caída. Pero cuando la vio, se enamoró de ella. Tal vez porque, aunque legalmente adulta, era una niña a su lado, tal vez por su extraña belleza, tal vez por su ternura, tal vez por esa incontenible admiración que despierta en las personas grandes la juventud, y porque con ese atributo marcado todo lo demás queda envuelto por la fascinación a esa etapa de la vida donde nada es tan serio ni nada es tan grave, donde se reconocen sonrisas y lágrimas, alegrías y tristezas, más puras, menos racionales. No puedo saber (en el asunto del amor nunca hay razones claras) cuál de estas razones prevaleció para ese sentimiento que se despertó en Semield hacia Xirian, pero el caso es que al poco tiempo se sintió perdido por ella.
Es difícil, por otro lado, saber qué le pasaba a Xirian, porque ella no me ha contado la historia, y esto lo sé por labios de él. Me hubiera gustado conocer a la joven, escuchar su punto de vista, entender qué hizo que este hombre se sintiera tan atraído hacia ella.
Tengo mis explicaciones. Él era alguien, como dije, cansado de casi todo, insatisfecho, dolido por una vida solitaria. Ella le trajo color a una vida que oscilaba, en su ánimo, entre negros y grises oscuros.
Sé que un día (sé, bueno, sé lo que él me contó), por simple afecto, ella le abrazó, y él correspondió al mismo. Él sabía que ese abrazo no significaba nada, que era eso, una muestra de cariño, pero él, su esperanza, quedó prendido a ese gesto.
Él volvía de sus viajes a otros planetas, y cada vez odiaba más estar lejos de Tunah, donde ella (creía él) le esperaba. Yo creo que para ella, él era un amigo más, tal vez algo más raro porque le llevaba muchos años. Y él continuamente deseaba con más ansias volver, porque podría volver a verla, porque podría volver a sentirse querido por ella.
Como en alguna vieja canción, él estaba buscando ese calor de mujer donde apoyarse y morir abrazado. Pero nada es para siempre, siempre la muerte se nos cuela lentamente, aunque a veces de manera más evidente, y eso pasó con él. Poco a poco, Xirian, sin tal vez proponérselo, fue desdeñando su compañía. Era lógico. Ella era joven, llena de vida. ¿Qué podía querer en un viejo como él? Semield, para ella, estaba para otras cosas. Era su confidente, hasta donde ella quería contarle sus cosas. Cuando se sentía mal, acudía a él. Cuando algo la molestaba, iba con él. Pero eso no implicaba más que una confianza que no quería significar (desde mi punto de vista) más que sentirlo realmente amigo.
Entonces, el tiempo volvió amargura todo contacto con ella. Verla era un dolor. A veces ella no tenía ánimo de hablarle, y él se sentía despreciado, el último hombre sobre la tierra, la peor basura humana. Hubiera querido que la antigua guerra de los Eu le alcanzara, que un proyectil tocara su nave y volara por el aire, y ni cenizas quedaran de él (el espacio se encargaría de disgregarlo completamente).
Empezó a desdeñarla, a tratarla mal. No era eso lo que quería, en el fondo, hacer, pero sentía que reaccionar de otra manera era acentuar un estado engañoso. La amaba y la odiaba, y por eso ese pensamiento. Y cada vez, su trato se tornaba más frío con respecto a Xirian. Lo dicho: verla le hería, le hacía pensar en todo lo que soñaba en torno a ella, y lo lejos que estaba de ese sueño.
Su vida, gracias a conocerla (no gracias a ella, que no creo que tenga nada que ver con lo que pasó después) se volvió un infierno. En sus pensamientos, en sus ideas, en su respiración, estaba Xirian. Soñaba y todos sus sueños trataban de ella. Cerraba los ojos y patente en su mirada estaba el rostro de ella.
Lo que más le había molestado era cuando ella estuvo enferma gravemente. En ningún momento acudió a él, en ningún momento demostró que le interesaba que él se interesara de su persona. Y él se sintió agraviado, desdichado.
La vida de Semield, si uno la mira objetivamente, no era mala. Al contrario. Era dueño de un carguero, y además cumplía vuelos comerciales de embarque para líneas privadas. Tenía un buen vivir y tenía propiedades en tres planetas, donde descansaba entre viaje y viaje.
El problema era que su vida no tenía sentido. Su vida no era útil para él, porque sus aspiraciones estaban lejos de un buen pasar económico o un status social. Él quería otra cosa, que esta joven le reveló: ser parte de algo importante, ser miembro de una familia, tener alguien a quién amar, a quién dedicarle sus pensamientos, sus aspiraciones.
Era un solitario por espíritu y por una realidad concreta: no tenía a nadie. Toda su familia cercana (padres, hermanos) había muerto hacía tiempo, cuando la peste que asoló a Dioclania se llevó a casi todos los habitantes de ese asteroide del cinturón de Enea, y los demás parientes que quedaban vivos no entablaban contacto con él, porque él no era importante para ellos. Entonces, su vida transcurría en un vacío existencial.
Ella había venido, como dije, a mostrarle un mundo nuevo, distinto del oscuro en que él solía desenvolverse. Pero él confundió las cosas, o mejor, estaba tan solo que una mínima muestra de cariño le pareció tan raro, que no pudo menos de responder de esa manera.
Y el problema era ése: su soledad era tan grande, estaba tan necesitado de afecto, tan patéticamente solo, que acercarse a ella fue casi un acto reflejo, quererla, algo que cualquiera en la misma situación, con mayor inteligencia o fuerza de voluntad, tampoco podría haber evitado, o al menos, le hubiera costado mucho. Y la soledad, a veces, sobre todo en estas cuestiones sentimentales, trae aparejado un compañero horrible, pero que prima en muchas decisiones: el miedo.
Miedo tuvo él de decirle a ella todo lo que sentía. Tenía miedo de alejarla, de que no quisiera verle más, de que rechazara completamente su compañía. Tenía miedo de tenerle confianza al cariño de ella. Y este miedo se contraponía con su deseo, que no le hacía disfrutar de lo que ella le ofrecía, o alejarse para siempre, prolongando una situación penosa.
Alguna vez dejaron de verse, y para él eso significó la muerte. Si no hubiera sido por su extrema cobardía, se hubiera suicidado, y en cambio prefirió una vida amargada y más solitaria aún, si cabe.
La muerte le encontró navegando por la galaxia de Eddrom. Una descarga de neutrinos sobrecargó una de sus parrillas colectoras de energía, y la nave explotó, y todo lo que estaba adentro, Semield incluido, implotó. Ignoro si sus últimos pensamientos habrán estado dirigidos a Xirian.

Siempre me he preguntado qué sería vivir una vida tan pálida, tan amarga. Y también, qué hubiera dicho la joven Xirian (si en verdad se llamaba así) de haber sabido la suerte de su viejo amigo. Supongo que ella habría sentido algún dolor, o tal vez no, porque el tiempo mata cualquier afecto, y mucho espacio separó su último encuentro de su deceso, pero me pongo a pensar qué hubiera sentido ella cuando parecían más unidos.
Creo que ella no tenía tiempo para perder con los desvaríos de una persona mayor. Pienso que en el fondo lo tomó como una excentricidad propia de una persona querida, o tal vez (esto lo creo también) secretamente intuía qué le pasaba a él, y para no alimentarle esperanzas vanas, prefirió mantener una distancia que al cabo acabó matando toda luz de vida en Semield.
Él nunca la comprendió, él nunca pudo comprender cosa alguna de ella. Tal vez sea el problema de quienes viven irremisiblemente sumergidos en la propia nada de sus vidas, resignándose a la amargura cuando los hechos no desencadenan en lo que se esperaba, cuando los anhelos no se concretan.
Dentro de tantos tal vez, tal vez ella también tuvo su parte de culpa estando cerca cuando veía que eso le hería, pero también pienso que Xirian le veía tan desdichado, tan solo, que tuvo compasión de Semield y quiso aunque sea regalarle su compañía. Pero eso también es un problema. Cuando uno no ha conocido la luz, no la extraña, piensa que la oscuridad, que las visiones difusas, son como se ve normalmente todo. Pero si una sola vez se contempló la luz, si una sola vez se la apreció con un mínimo de su poder, siempre se la añorará, porque se comprenderá de manera más completa, más terrible, lo anodino, lo ramplón de la propia existencia.
Creo que es por eso que Semield, en sus últimos años de existencia, antes de fundirse en la nada, dedicaba mucho tiempo de navegación en sentarse en la cabina de mando y contemplar el negro espacio. Quizá allí encontraba consuelo, quizá se sentía identificado, encontrando que el mismo vacío que le rodeaba era lo que componía lo más íntimo de su ser.


SOBRE AMORES Y CANCIONES Y RECUERDOS


"No quise decirle nada
la amé en silencio esa tarde…"

Cuando escucho esa zamba de Peteco Carabajal, siempre recuerdo algo que ocurrió hace tiempo.
Estábamos en una fiesta al aire libre. De noche. Era el cumpleaños de un amigo, y fue también la primera vez que la vi. Nos miramos, pero eso fue todo.
Después comprobamos que más o menos nos movíamos con el mismo círculo de amistades, porque la encontré en otras reuniones. Y siempre nuestras miradas (o eso creía yo) expresaban más de lo que nuestros gestos dejaban entrever.
Alguna vez, antes de dejar la ciudad e irme a otra por cuestión de trabajo, volvimos a vernos. Otra vez en una reunión al aire libre. Esta vez bajo un sol radiante, que marcaba con firmeza nuestras sombras en la tierra. Gene Clark sonaba en el aire.
Sin querer queriendo, como diría un popular personaje mexicano, nos quedamos solos. Charlamos un poco. Congeniamos en asuntos banales. Muchas veces nos quedamos envueltos en silencios incómodos.
Pensé en decirle lo que me pasaba, porque estaba convencido de que nuestros sentimientos eran mutuos. La miré a los ojos, contemplé su rostro serenamente, por primera vez. Era un rostro moreno, los ojos café, la sonrisa límpida. Mi boca se abrió para expresar todo lo que llevaba dentro, mi mano hizo un gesto inequívoco.
Algo en mí tuvo miedo, o pensó en iniciar algo cuando debía partir de allí. Callé, y me dediqué a amarla secretamente. Y siempre pensé que ese amor, en ese instante, fue el más puro que sentí nunca.
Volví a contemplarla, como a una antigua deidad que se hubiera encarnado. Era un típico verano en enero, con el cielo resplandeciente. El calor del sol era el exacto opuesto al frío que experimentaba mi alma.
Como un cobarde, como si fuera vergonzoso que ella me atrajera, me alejé, con una excusa estúpida. Seguí mirándola de lejos, hacia atrás, con mi corazón latiendo apresuradamente pese a que no estaba haciendo ningún esfuerzo físico, sintiendo asco de mí, y también que esa mínima distancia era una ironía del momento, porque nunca estaríamos más alejados que entonces, y que ese sino no se alteraría jamás.

Han pasado seis años. Hoy, sin querer, la encontré en un bar al que no voy con frecuencia. Me extrañé tanto de verla, que me acerqué a saludarla.
Ella no me recordaba, pero en cuanto le nombré conocidos y algunos de los encuentros en los que habíamos coincidido, dijo que vagamente me tenía de algún lado, y me invitó a hacerle compañía un rato, hasta que volviera a su trabajo. Me senté a su lado con el corazón destrozado.
Creo que no pasaba día sin tener algo que me hablara de ella, y en mi estupidez supuse que ella pasaba por algo similar. Pero no. Será que uno se ata a sus sueños y piensa que estos tienen algún asidero en la realidad.
Brutalmente y sin saberlo, ella aniquiló cualquier esperanza que pudiera albergar. Charlamos. Me contó que estaba felizmente casada, con dos hijos, uno de tres años y una beba de un año y cuatro meses.

Ahora estoy frente a mi ventana, contemplando la soledad en que se desarrolla mi vida. Siempre será así, me digo. Siempre este vacío me acompañará, junto con el recuerdo de una mujer que si pensó en mí alguna vez, yo dejé ir por ser un pusilánime cuando debo jugarme por algo o por alguien, empezando por mí.
Tal vez esto no sea un castigo, como a veces pienso de esta vida miserable que llevo, sino simple consecuencia de las decisiones que tomo. Y entonces barrunto que esta habitación húmeda es un reflejo de mí, de mi existencia sin sentido, de aferrarme a destellos como si fueran luces perpetuas, y entiendo claramente que al poner mi ser en ellos, me hundo en la misma nada en la que ellas se sumergen, hasta que, como es obvio, nada quede de mí, y mi pequeño paso por el mundo sea como un camino abandonado a los elementos, que enseguida se llena de musgo y se olvida.
Mientras, nuevamente, como aquella vez, suena Gene Clark, ahora en la radio, con su inconfundible With Tomorrow. Tal vez sea un símbolo, una premonición, de lo que he sido y siempre seré.
Ella me mostró que si hubo algo real en lo que pasó en ese entonces, no se ató a sus recuerdos, no se estacionó en su infelicidad momentánea. Es entonces cuando comprendo que mi vida es una mentira y sé que nada que haga podrá detener la decadencia en la que, como una pendiente suave ahora, más inclinada cuando sea más viejo (si llego a viejo, si no acabo con esto antes), colapsará mi razón ahogada por mis propios fantasmas. Tal vez cree una realidad alternativa en la que sea estúpidamente feliz, mientras mi cuerpo esté encerrado en algún neuro-psiquiátrico. Y tal vez ese sea mi mejor, mi piadoso final.