domingo, febrero 22, 2009

A VECES


... hay que perder para ganar.

Conclusión lógica de eso que enseña que muchas victorias esconden tras de sí su propia derrota.

Y no hablo de cosas materiales... Hablo de personas, hablo de uno mismo.

A veces hay que desconfiar de nuestras expectativas de nosotros mismos, si esas expectativas nos transforman en seres infelices, que se viven lamentando de su vida.

Porque todo, lo sé ahora, es cuestión de miradas (por lo menos para nosotros que tenemos la suerte de comer y beber y vestirnos y tener un trabajo; no hablo de los condenados en África o en el Norte Argentino, donde nacer para miles de chicos es sinónimo de morir a los pocos días, o vivir en una miseria absoluta).

Si nuestra mirada se aferra a lo negativo del universo... vamos mal.

Entonces miremos de otra manera, miremos pensando que el mañana es mejor, porque es un nuevo día, y si hoy no fue lo mejor que esperamos, siempre estamos con vida, nuestra sombra nos sigue, siempre un minuto de respiro es motivo de celebración.

Reflexión dedicada a todas mis amigas y amigos que andan pasando por momentos difíciles de distinta índole

 

domingo, febrero 15, 2009

LA IGLESIA DE RATZINGER


Esto me suena conocido.

Un amigo mío define la idiotez de esta forma práctica, alguien que intenta, haciendo las mismas cosas, obtener resultados distintos.
La gente que vota a los mismos políticos, que se han pasado décadas haciendo la misma cosa, esto es, robar, vivir a costa de los impuestos que paga la gente honesta y trabajadora, ¿esperan que si alcanzan el poder institucional van a hacer algo distinto?

Lo mismo puede decirse de Ratzinger. Un tipo que en su juventud fue soldado nazi, que era "moderno" mientras no asumiera cargos, pero que en cuanto empezó a obtener cargos pontificios, empezó a demostrar que todo lo que se aborreció desde siempre en la curia estaba hecho carne en él, que persiguió a todos los movimientos teológicos que buscaban cómo hacer verdad en la realidad el mensaje liberador de Cristo... ¿esperaban que siendo Papa hiciera algo distinto?

En verdad, si se insiste en elegir papas de esta calaña (aunque cayera más simpático, el papa Wojtyla era también un ultraconservador... De hecho, bajo su papado se sancionó el nuevo Código de Derecho Canónico, que creo que lo único interesante que tiene es cuando dice que todas las reglas anteriores deben interpretarse bajo la mirada de la misericordia), se va a demostrar que el rumbo de la iglesia católica está definitivamente señalado por el demonio.

En verdad, como católico convencido, muchas veces creo que lo más efectivo sería crear una verdadera iglesia, una iglesia que no se moviera siempre pensando en cómo tener la conducción de un gran rebaño, obtener poder, mover multitudes... sino solo en servir. Una Iglesia que no sirve no es una iglesia cristiana. Una Iglesia que se mueve entre conveniencias y ver cómo agradar a los gobiernos poderosos, no es una iglesia de Cristo. Cristo dio su vida por todos. La curia vaticana y sus derivados locales, pretende que los demás den todo... por ellos.

Sólo codicia, dinero, placer. Esconder criminales, homicidas, pedófilos.

Una cosa es actuar con misericordia con el pecador, porque siempre debe buscarse la salvación de todos, sobre todo de aquellos que el mundo piensa que nunca más tendrán remedio ni cambiarán.

Pero Jesús era claro en ciertas cosas: "Ve y no peques más", decía luego de perdonar y sanar el cuerpo y el espíritu de aquellos a quienes tocaba con su mano de amigo. Pero acá, la rigurosidad se aplica, como siempre, para el pobre tipo cuya fe es a veces lo único que le sostiene en el mundo. Pero aquellos con quienes los curas tienen contubernios, con esos hasta les llaman Grandes Benefactores de la Iglesia. Y de entre ellos, a quienes les mueve la fe, los mandan a iglesias perdidas en el mundo, y si son obispos o arzobispos, como pasó con Angelelli en Argentina, o con Romero en El Salvador, se les dice que tengan cuidado con las denuncias, sobre todo si son ciertas... O sea, callar, porque (eso nunca se lo dijeron a estos obispos) ni la curia vaticana ni las Conferencias Episcopales de sus países iban a levantar un dedo por defenderlos o poner el cuerpo ante los gobiernos autoritarios que los gobernaban, o los terroristas que asolaban al pueblo secuestrando o matando inocentes (de modo que Perseguidor y Perseguido son distintas caras de una misma moneda, la Violencia encarnada).

Y en fin, a estos ultraconservadores, que desde siempre fueron ENEMIGOS SIN DESCANSO del mensaje liberador de Cristo, como Ratzinger... ¿en serio esperaban que hiciera algo distinto siendo papa?

Por lo tanto, no son metidas de pata, como se dice por ahí... El tipo muestra quién es... Alguien que odia el mensaje de Cristo, como casi todos los que están en el Vaticano, o que lo ajustan de modo que les sea funcional para mantener su poder...

Ojalá me equivoque. Ojalá en verdad todos hagan lo mejor para difundir el mensaje de Cristo. Pero cada vez creo más que el demonio ha entrado de manos de quienes debían custodiar a la Iglesia, que desechan los regalos que el Espíritu Santo le dio cuando el Concilio Vaticano II...

A lo mejor por eso se necesite una sacudida que tire todo abajo, para que Dios vuelva a manifestarse y se vea de qué lado está cada uno.

 

domingo, febrero 08, 2009

EL HOMBRE Y EL RÍO


El hombre estaba cansado de su largo viaje. Entró al bosque por instinto.

Se arrodilló al lado del río que corría entre los árboles, añosos, antiguos. Tomó de su agua. Recogió entre sus manos algo de agua y se la hechó en la cabeza, para refrescarse.

De pronto, se miró en el río. El agua estaba casi quieta, por lo que su reflejo, aunque no perfecto, le permitía mirarse. Se reconocía y no se reconocía en ese hombre agotado, de labios resecos, ojos enrojecidos y gastados, las ojeras, las arrugas que acompañaban sus gestos.

Quisiera ser otra cosa, quisiera haber tenido otra vida, se dijo en silencio, y no esa vida errabunda que hacía que ningún lugar fuera su hogar, ni el mismo fuego calentara siempre su cuerpo.

Mirando el río, se preguntó cómo sería ser el río y que él le mirara. ¿Qué miraría? ¿Un hombre? ¿Un animal? ¿Se condolería de él?

Pensó que muchos pueblos, muchos hombres se habrán mirado en la vera de este río. Pueblos que probablemente hoy no existían. Animales, cómo olvidarlos, manadas completas bebiendo de este río, que no volverían a caminar por su cauce estrecho, casi amigo.

Se dijo si él no era como el río, en cierta forma. Él también miró rostros que no volvería a ver jamás. Ciudades por las que no entraría nunca más.

Pero no, era demasiado amable con él. Él nunca había tenido su paciencia, su sabiduría. Él nunca había dado de sí a cualquiera que quisiera tomar de él, como lo hacía el río, que no distinguía entre buenos y malos, o entre justos e injustos.

Todo con lo que él se había relacionado, había dejado rastros en él, cicatrices, desde cosas hasta personas. Pero el río había sido hollado en su interior cientos, miles de veces, habían circulado navíos por él en algún tiempo, y de nada él retenía algo; todo surco, todo reflejo, toda pisada, inmediatamente era barrido, como si nunca hubiera existido.

Él había dejado crecer en su interior amores y rencores, odios y sentimientos de piedad. Nada le había sido indiferente, y ahora recién entendía que atarse a personas y cosas era lo que había desgraciado su vida. Había querido ser alguien y era Nadie. Ahora era tiempo también que fuera Nada.

Como él río dejaba pasar todo, él también debía hacer lo mismo. Pasar de su historia, que su historia concluyera. Había hecho lo que había querido, había tomado lo que había deseado, y ahora no tenía cosa alguna. Ni siquiera se tenía a sí mismo.

Pero el río sí se tenía, desde tiempos inmemoriales. Porque no anhelaba nada, ni siquiera a sí mismo. Y entonces podían todos usar y abusar de él como quisieran, pero siempre volvía a ser él mismo. Porque nada era de él, ni él mismo.

El hombre se imaginó que alguna vez este río no estaría, pero eso no cambiaría en esencia lo que él había sido. Porque siendo como era, tan frágil y vulnerable, con esa misma debilidad había hecho surcos en la montaña, horadado las piedras, marcado un surco amplio en el suelo. Y quedar por mucho, mucho tiempo, en la memoria de los hombres, de los animales, de las plantas.

Y se preguntó si podía hacer algo, si podía volverse así, y se dijo que no, porque cada uno debe encontrar en sí la manera de despojarse de las cosas que le atan al mundo. Y con un ataque de furia, se quitó la ropa, se desnudó, quedó sin nada a los ojos del río.

Le miró por largo rato, hasta que el río, con paciencia y con amor, que él no entendió en su momento pero supo cuando se sintió libre por primera vez en su vida, hizo que sus aguas se llevaran sus rencores, sus odios, sus amores, sus anhelos, sus esperanzas, sus sueños, sus frustraciones. Nada estaba ahora. Nada de eso importaba en este momento, sino lo que él era ahora.

Y lloró, lloró como un niño, mezcla de impotencia y felicidad, impotencia por no haber sabido esto antes, felicidad por al fin encontrarse. Y cuando llegó la noche, se tiró sobre la tierra, sobre el pasto que crecía sobre ella, que le servía de mullido colchón, y entregó su ser al río, para que se despojase de él, para que su última atadura con el mundo se rompiese y él al fin fuera uno en sí mismo, consigo mismo.

 

viernes, febrero 06, 2009

EL SHALAD - Visiones del futuro


Mezcla de sueños con ideas preexistentes... Ganas de escribir sobre algo, y salió esto, que no era lo deseado. Delirio, esperemos... Y el mito de El-Shalad, que sigue vigente en mis ideas, aunque es la primera vez desde hace años que escribo algo tan largo que le implique

Aunque soy El-Shalad, no siempre sé usar mis poderes. O no tienen la fuerza que se necesita. Porque estoy demasiado agobiado por el dolor, que me inmoviliza. Mis pensamientos se trastocan. Pero a veces sí puedo usarlos a discreción.
En este caso y por alguna razón, estoy en el año 2020. El mundo no es lo que era. Argentina tampoco. En el 2009 hubo graves enfrentamientos en toda la región pampeana del país, la más rica en términos de producción y consumo, por situaciones de pobreza extremas, alentadas por algunos de los caciques que siempre están al borde de la ley y que han estado siempre detrás de todos los hechos delictivos, amparados en los cargos para los cuales habían sido elegidos. Bueno, les fue mal, porque muchos políticos y empresarios fueron cazados como ratas y los masacraron, o les prendieron fuego cual si quemaran a una bruja. Esa rebelión sentó precedente, y pronto todo el país estuvo en llamas, y lo mismo algunos de nuestros países vecinos más pobres.

La manera de conducirse es como si fueran tribus, y hay ciertas leyes precarias. De algún modo, pudiendo haber impedido todo, he mirado al futuro, porque en mi mente puedo unir todos los hechos de todos los destinos individuales y colectivos y darles un correlato en el tiempo venidero, y he entendido que dejando que estas cosas pasaran era el único modo que este lugar obtuviera algún tipo de paz, que alcanzara una cierta equidad el país, quienes lo habitan.
Pero no hubiera pasado si en el 2011 no se hubiera desatado una confrontación mundial. Sea por lo que fuera -porque en el tiempo que sucedan, nadie debe saber cuáles son los hechos que desencadenan el horror, y aunque yo lo haya visto, no lo diré- lo cierto es que las grandes potencias del primer mundo y otras del tercer mundo, entran en una guerra que deja varios miles de millones de muertos. Y los líderes mundiales son acribillados. Vastas zonas de Europa, América del Norte, Brasil, Asia, están arrasadas, tierras devastadas por radiación, polvo que son restos de cadáveres humeantes.

Voy a una especie de refugio que construí bajo tierra. Podría haberla creado en el espacio, en la luna, en un planeta ubicado a millones de años luz de la Tierra, pero no quería que algunos de ellos supieran quién soy. En España, en Italia, en Rusia, porque conocía a chicos de la facultad que habían vuelto a su país cuando estalló la guerra, les hice una especie de cámara estratosférica pero bajo tierra, con aire natural, que creo limpiándola de los restos de radiación que vuelan por la atmósfera y la envaso en tubos para que piensen que provienen de una fábrica de garrafas de aire abandonadas. Tienen habitaciones, sus comodidades, me preguntan cuando podrán salir a la superficie, y les digo que es muy pronto. Podría limpiar toda la tierra, borrar los restos de radiación convirtiéndolas en gotas de lluvia, o atraparla en un manto y mandarla al corazón del sol -donde hace años me había querido suicidar, pero comprobé que no hay nada en el Universo que pueda matarme, tal es mi condena, el no poder morir y ser semitodopoderoso-, pero no lo hago, porque este tiempo será necesario para que ciertos espíritus sean templados.

A veces cuando todos duermen, despierto al o a la único y única que saben mi secreto, y que aunque podría fácilmente borrar de sus memorias todo registro de mí, no lo hago, pues aunque su tiempo en la tierra es ínfimo comparado con el que tendré y ya tuve yo, saber que alguien de alguna manera entiende mi dolor, conoce de él, comprende lo terrible de tener que alimentarme del dolor del universo, de las cosas, de los seres vivientes -y como eso es un proceso que jamás termina, mi fuerza vital alcanza a regiones del universo que muchos ni sueñan con su existencia, y hay veces que tanto dolor acumulado me funde en una tristeza infinita y quisiera acabar el universo-, digo, estas personas son las que me ayudan a mantener la cordura, lo que sea que en mí habite y sea más cercano a la cordura.

Decía que estas personitas a veces salen conmigo, y vamos flotando como adentro de una burbuja detrás de la cual somos invisibles para personas y cosas, y me preguntan cosas, desde cómo estoy a cómo será todo. O cómo ha sido el mundo primitivo. O qué razas extraterrestres existen. “Sólo trece”, les digo, que son las que alcancé a contar. A alguna de ellas le he contado que forzar demasiado mi conocimiento puede transformarme en alguien que he sido y no quiero jamás volver a ser, razón por la cual Dios me anuló y me hizo nacer de nuevo en un cuerpo humano y que crecía y podía morir como humano.
- Espera -suelo decir. Y les hago viajar -a quienes quieren avizorar el porvenir, y he antevisto que dicha visión no alterará mayormente el desarrollo de la humanidad- a un futuro en el año 3000, donde la humanidad luce esplendorosa, aunque no hay desarrollos iguales, porque una parte de la humanidad ha privilegiado la hipertecnología y entonces uno se mueve en un mundo donde lo digital es a su civilización, como la escritura en piedra lo es para nosotros, con las tecnologías de la actualidad.
Y otra parte de la civilización vive en la naturaleza total, donde la misma arquitectura imita o aprovecha la vegetación que se ha desarrollado sobre el suelo que era virgen en cuestión de contaminación radiactiva, y donde como norma principal, la agresión a cualquier ser vivo es sinónimo de condena inmediata. Usualmente el mismo agresor, al darse cuenta del mal cometido, quiere morir, pero las condenas suelen ser a vivir para que se repare el daño cometido contra el ser vivo en cuestión.

En el futuro se enfrentan, yo ya lo he visto, y obviamente, los que tienen mejores armas, ganan. Y esos que han vivido en la completa naturaleza, han aprendido más cosas del interior del hombre de lo que la otra civilización con sus análisis en sus nanomicroscopios. Y no es que tengan poderes, sino que han aprendido las energías que mueven al hombre y mueven al mundo -cosa que sólo veo actualmente en ciertas culturas asiáticas- y si con quienes están dentro de su civilización son complacientes, con sus vecinos no lo son, porque han aprendido que a los hombres que quieren tomar las cosas por la fuerza, sólo pueden ser detenidos por otra mayor, y los exterminan, y cuando acaban con las tropas de elite y sus superarmas, van a sus ciudades y se aseguran de que no quede un solo humano vivo en sus ciudades, de modo que al cabo de unos cien años, esas portentosas ciudades están cubiertas de moho, los cauces de los antiguos ríos derribaron caminos, puentes, edificios inteligentes, ahogaron computadoras, y el verde es parte esencial del paisaje, aunque recień en quinientos años no quedará resto visible de esta parte del planeta.

Pero eso no le digo a estas personas, especialmente a una, porque la conozco y sé que se pondrá muy triste, y entonces solo le digo lo bueno, que alguna vez podrá ver salir el sol por el horizonte y que su rostro será un poco menos pálido, como una broma. Y ella me abraza y me dice que quisiera poder quitarme ese dolor que me consume y me alimenta, pero yo le digo que las cosas están bien así, porque realmente quiero padecer esto yo antes que aquellos a quienes amé y amo y amaré.

Y es después de esto que mi tristeza es mayor, porque siento injusto ser quien soy, un delicado equilibrio puesto por Dios por alguna razón, que yo usualmente veo como una condena, y me voy a alguna galaxia deshabitada, y allí lloro por horas, en la más perfecta soledad que pueda imaginar. A veces me pregunto qué hubiera sido de mí si no me hubiera suicidado, si ese acto que pretendía que fuera el último y que terminó resultando en la puerta abierta para una vida inmortal y terrible, no hubiese sucedido.

No puedo saberlo, obvio. Pasó cuando tenía que pasar, o adonde mi tristeza y mi pena me llevaron, alguien que siempre trató de hacer el bien pero era vejado por todos los que conocía, desde sus padres hasta sus maestros hasta sus supuestos amigos. Salvo unos pocos, pero que no dejaba acercar porque desconfiaba de ellos como el perro luego de recibir una tunda con un garrote, desconfía de todo lo que asuma forma de palo, así sea la pata de una mesa de madera.

Y usualmente, vaya paradoja, concluyo que es bueno que en el fondo, mi soledad sea tan terrible que estos lugares donde los seres vivos más cercanos no llegarían ni en mil vidas a posar sus pies en él, verdaderos páramos, fácilmente comparable con lo que parte de la Tierra es ahora, a mí me parezcan un vergel, un lugar donde estar a gusto conmigo mismo, luego de un tiempo.

Porque esa misma soledad me aleja de los seres humanos. Aquello que yo en parte soy y he sido en forma total. Porque ¿qué tal si la excesiva compañía resultara en una decepción de muerte? ¿Si en un segundo decidiera acabar con toda la vida en el planeta? Ya Dios me había parado, como dije, pero ¿lo haría nuevamente? Mejor el padecer este no encuentro con todos, esta casi obligación de encerrarme en mí mismo, porque mi poder puede ser incontrolable. Alguna vez lo fue. Y lo peor es que aún no he aprendido a transformar ese dolor que me alimenta en algo positivo.

Mientras aprendo cómo hacerlo, un planeta sin oxígeno ni atmósfera es un lugar ideal para estar, dado que creo una burbuja de aire que me alimenta continuamente, metido en ella. Y así los días pasan, y la vida transcurre, en otro lado, pero transcurre. Y mis amigos, o esa gente que amo, está bien. Y de alguna manera patética y desencantada, alcanza para hacerme levemente feliz.