jueves, agosto 16, 2007

EL POETA Y LA FLOR AZUL


Fue hasta esa vez que no se había dado cuenta. Él, poeta de tanta búsqueda y tanta pena de no encontrar su objeto de búsqueda.
La delicada Flor Azul que entrevió Novalis hace ya varios siglos, estaba allí, en ese cántaro a colores, y con un rostro concreto.
La miró y supo que era ella. Un milagro. Un milagro que le sonreía y le hizo disipar cualquier tipo de dudas. Y le invitó a sentarse. Y a conversar.
Así, con el cántaro dando su pizca de humedad al ambiente, en medio de una plazoleta desierta, con edificios bajos que se veían como quillas de barco desde donde ambos estaban sentados, tejieron su principio, el final de lo anterior.
Con el sol en su ocaso bañando de un cálido color rojizo el gris de las piedras de la calle y los edificios también grises pero más pálidos, dando un tinte lejano a las mejillas de ella y acentuando la paz encontrada por él, el atardecer fue testigo de su primer beso.

Y con este texto me despido por un tiempo. Me voy de vacaciones por unos días, aprovechando feriados y compensaciones por trabajar fines de semana.
Cuídense mucho. Los veo a la vuelta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ENCONTRÉ TU PÁGINA BUSCANDO LA FLOR DE NOVALIS, TE LEÍ, Y GRACIAS!!TUS PALABRAS ILUMINARON MI ALMA!! BUENA VIDA PARA VOS! UN BESO DE ARGENTINA!

Luis dijo...

Pues entonces eso ya le ha dado más sentido a estas palabras de las pudieran aspirar.

Un beso y que andes bien