jueves, octubre 04, 2007

FRANCISCO DE ASIS

Sepan disculpar errores y frases mal terminadas, pero lo estoy escribiendo de un tirón y sin consultar ninguna fuente, sólo basándome en mi memoria y en mi profundo amor al hermano Francisco, a la Iglesia a la que él amó como pocos, a Dios que todo lo da y nada pide, excepto darnos a los demás... o sea que si sale algo coherente... ¡es inspiración divina!


Por si no lo saben, hoy, en el santoral cristiano, se festeja el paso a la vida de los bienaventurados de Juan de Bernardone -según el nombre que le había dado su madre cuando él nació, en ausencia de su padre, de viaje en esos momentos por motivos de negocio-, luego por su padre rebautizado Francisco de Bernardone, luego conocido como hermano (fray) Francisco, llamado finalmente Francisco de Asís.
Nacido en 1182, y muerto luego de muchos padecimientos el 3 de octubre de 1226, a partir de una idea simple (sentirse que estaba en una vida sin sentido, encontrándola, como muchos, en el llamado amoroso de Dios que nos indica avanzar en paz y en armonía aún cuando no entendamos bien para qué, pero confiándonos a ese amor que traspasa y penetra por todos los poros de la piel), en un Cristo que en una cruz le dio en una visión este mensaje: "Francisco, ve y repara mi Iglesia", él entendió que era reparar una pobre iglesia cercana a su pueblo. Luego vería -y tal vez sin tanta conciencia de la dimensión que alcanzaría- que eso era una parte de toda su misión.
Hombre sin muchas luces, según le acusaron alguno de sus mismos hermanos de vida, poco instruído, hijo caprichoso y malcriado en juventud de un padre adinerado, propenso a la vida fácil y la juerga, encontró su luz y su claridad cuando encontró a Cristo. Porque aunque tentado muchas veces a dejarlo, siempre avanzó, con llanto, con rabia, con dolor, pero también con esperanza, con amor, con pasión.
No creo, porque a muchos que como él somos conversos en cierta forma -aunque como yo tampoco nos hayamos entregado tan plenamente a un amor que en verdad, sólo como hizo Francisco podría responderse de una manera ciertamente digna para los niveles humanos-, que alguna vez haya dudado de Dios, de su existencia. Yo hay veces que puteo y grande por las cosas que pasan, me siento impotente, poca cosa -¡y en verdad lo soy!- pero nunca dejo de creer, de esperar contra toda esperanza, de confiar aunque todo me indique que es lo más inteligente.

Obvio, en tiempos de Francisco, donde no existían ninguna de las comodidades que hoy disfrutamos, pasar de vivir entre telas importadas de Francia y Oriente, a vivir entre leprosos y marginados de todo tipo, si no había mucho amor, nunca podría haberlo hecho. Encima entre leprosos, a los cuales les tenía especial aversión (no olvidemos que si uno se enfermaba de lepra -y no lo comento para justificar a Francisco, que no lo hago porque él, por empezar, no lo haría- no sólo tenía que ver cómo se iba cayendo a pedazos y sufriendo distintos tipos de infecciones gracias a las llagas que se formaban por la misma; además, para que toda la familia no perdiera sus derechos civiles, debían expulsar al leproso de la familia, el cual perdía entonces este derecho, era desheredado, era expulsado de la ciudad, y con la prohibición expresa de acercarse a personas sanas, so pena de graves castigos, y sólo podían pedir limosna a la vera del camino o en ciertos sitios especiales para ellos). Pero Dios, cuando lo dejamos entrar, aunque sea una sola vez, nos toca tan profundamente todo nuestro ser, que no podemos menos que, como enamorados de Aquél que creó un pueblo de la nada y que ofreció a su Hijo como una muestra de amor pleno hacia sus creaturas, ir donde Él nos indique ir.

Francisco sólo se movió donde el Espíritu le indicaba ir. Y pensando en algo personal, en algo para Él crecer a partir de la humillación y la mortificación, en un momento se encontró rodeado de otros que le siguieron con igual énfasis, compartiendo sus penurias, sus miserias, sus desprecios de la gente importante, su desprecio de parte de la Iglesia a la que tanto amaba. Así lo refiere él: "... Dios me dio compañeros...". Es decir, Francisco no se sentía líder, no se sentía mejor que nadie, no se sentía guía -porque sólo Dios y la Escritura y la Iglesia en el manejo recto de la Sagrada Tradición recibida de los Primeros Padres, son guía verdadera para los hombres, no se sentía fundador de nada. Entonces, más bien, pensaba en compañeros, en otros hombres que en sus momentos de duda acerca del camino elegido, en si la ruta por la que había optado era la mejor para cumplir la voluntad de Dios, le dieron fortaleza, le animaron, le hicieron seguir adelante.

Sin embargo, fue una mujer la más ferviente seguidora de Francisco, y la que mejor encarnó todos los ideales y los amores de Francisco: Clara de Asís, proveniente de una familia noble, quizá no tan rica como la de Francisco, pero indudablemente de mayor abolengo, y que deseando desde chica consagrarse a Dios, se rebeló contra su familia, contra su círculo social, contra los religiosos conocidos que la creyeron loca, al partir, a los dieciséis años, en la búsqueda de Francisco, para entregarse ella también como él. Aunque lamentablemente, así como luego hicieron una excepción a las rígidas normas de la curia romanas para concederle a los franciscanos la bula para su propia regla -no adhiriendo ni a la agustina ni a la benedictina-, tardaron mucho en concederle lo mismo a las clarisas, cuando ya su fundadora había muerto.
Y digo que ella encarnó los ideales y los amores mayores de Francisco, porque él, por ejemplo, amó la Santa Pobreza como nadie en este mundo. Pero Clara fue más allá, y ella misma fue la Pobreza encarnada, dado que, como no tenía permitido ir en busca de la limosna para alimentarse, vivía encerrada en la capilla que le había cedido el obispo del lugar, rezando y comiendo de lo poco y nada que los hermanos franciscanos recogían mientras predicaban. Pero en su amor, comprendió que a veces es necesario el sacrificio de una persona, o de algunas, el sacrificio voluntario y amoroso, para que otros comprendan, entiendan, cambien su mirada.

Francisco murió un 3 de octubre por la tarde. Y como el sol que caía, una gran luz proyectada por un hombre pequeño de estatura, delgado y macilento debido a la mala alimentación y las enfermedades contraídas por tratar con todos los enfermos que la "cristiana" sociedad de su época despreciaba y echaba fuera de sus ciudades, en parte como medida sanitaria -que otros no se enfermaran- pero también porque siempre es más fácil deshacerse de los que molestan a ciertos ojos, que ocuparse aunque sea porque siendo humanos, tienen igual derecho unos que otros a ser atendidos y cuidados amorosamente por su familia, por sus amigos, por la sociedad en la que vive.


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La opción por la pobreza, la preclaridad acerca de lo maligno que es el poseer -él predicaba la no posesión de nada, ni siquiera de la propia vida, que la entregaba porque le había sido dada por Dios, entonces tranquilamente podía él darla por amor a otros, porque si alguno posee uno, algo que es tan importante para uno, entonces, siempre alguien vendrá que querrá apoderarse de eso que uno posee, y así sobrevienen las peleas, los odios, las guerras. Si nada poseemos, porque en el fondo, nada es nuestro sino que nos fue dado para que los hagamos fructificar, entonces alguna vez se terminará la espiral de violencia en que estamos envueltos.

Si no fuera por Francisco, creo que en algún momento habría flaqueado mi fe en la Iglesia, siempre, salvo honrosas excepciones, entregada en su jerarquía a la satisfacción de placeres terrenales -poder, dinero, sexo, etc.- en lugar de vivir acorde a la alta responsabilidad delegada, la de conducir al Pueblo de Dios al reencuentro definitivo con el Padre en la Parusía. Pero Francisco vivió todo eso en carne propia, soportó que lo apedrearan, lo escupieran, lo bañaran de lodo creyéndolo loco. Y él confió en Aquél que nunca defrauda, y con una vida difícil, nunca dejó de pensar en cómo Dios caminaría sus caminos, como Jesús enfrentaría las situaciones que a él le tocaba enfrentar.
En todo optó por sembrar paz y evitar la discordia, pero nunca dejaba con firmeza de defender aquello que Dios le había confiado. Mucho de su espíritu humilde pero orgulloso, suave pero tenaz, su ser íntegro, apasionado, amante, hace falta en los cristianos. Hoy, ni siquiera las tres órdenes en las cuales se dividió la Orden Primera, la de los Hermanos Menores, viven muy acordes a como Francisco lo hubiera querido. ¡O eso creo yo!

Pero es tan fuerte lo que él dejó, que como dijo Borges acerca de la representación de una obra de Shakespeare, que la obra era tan poderosa que a pesar de ser interpretada por actores malísimos en un lugar de cuarta, uno salía emocionado, del mismo modo, el espíritu de Francisco permanece y le hace a uno sentir alegría en las vivencias fraternas de su descendencia.

De mi parte, no creo que el hecho de encontrarme con los franciscanos en el momento que me encontré haya sido casualidad. Sólo con él entendí que el amor a Dios no debe tener límites. Me falta aún mucho para entregarme más, pero siempre lo tengo a Francisco como ejemplo y no dudo que, cuando me abra más aún de lo que me he abierto hasta ahora a Dios, podré despedirme de mí y dejar paso al soplo del Espíritu y definitivamente, deje fluir la paz y la esperanza del Padre, unido a la cruz de Cristo, definitivamente muerto y resucitado en él.


Que tengan un buen día, y muchas gracias por leerme.

Sitios interesantes (ahora sí, recorriendo la web):

Una página de resumen de los diversos movimientos franciscanos: http://www.fratefrancesco.org/01.htm

Francisco en la Wikipedia (tómenlo con la confianza que se merece este sitio, pero me pareció bastante completo en su biografia): http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_de_Asís

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