sábado, enero 24, 2009

LO QUE SE ESCONDE BAJO TU PIEL BAJO TU ARMADURA


Como todas las noches, se quitó su armadura. Un brillo rojo metálico partía de sus ojos.
También, como todas las noches, se quitó su piel. Le molestaba. Odiaba profundamente a los humanos y le daba asco esconderse como uno de ellos. Como una de ellos, mejor dicho.
Todos los días se vestía con esa piel horrible, con la piel de esa chica a la que había absorbido por completo, y cuyos restos de huesos y vísceras había tirado a una laguna cercana.
Lo que él era (si ese monstruo era un “él”) provenía de una raza casi extinguida hace tiempo. Él era el último de una raza que aterrorizó a hombres y animales durante tiempos inmemoriales, hasta que los cazadores surgidos de las entrañas de los Poderes Superiores acabaron con ellos, junto con otros demonios, mucho más terribles pero cuyos cuerpos no pertenecían a este mundo, y que fueron más fáciles de expulsar.
Pero estos eran seres que habían nacido de extrañas uniones de seres semihumanos, surgidos de las pestilencias terribles que alberga la tierra en sus túneles subterráneos, y cuyas salidas son algunas lagunas negras ignoradas dentro de esas selvas aún vírgenes de presencia humana en el planeta, de pieles oscuras y textura como de cucarachas, que segregaban un líquido negro que olía a fango y muerte, y cuyos ojos se habían vuelto rojos como reacción a la clorofila que componía una porción de su alimento.
Odiaban la luz. Y odiaban a los hombres, porque éstos habían arrasado muchos de los bosques donde ellos depredaban a voluntad, donde muchos aguerridos y valientes y curtidos guerreros no se animaban a pisar, en que tanto mujeres como niños eran su almuerzo preferido, y donde algunos otros hombres hasta entregaban a los más indefensos entre ellos como tributo para que no entraran en sus aldeas.
Pero eso se había acabado, su tiempo había pasado. Él sobrevivía escondido entre la humanidad, metido en la piel de una joven que aparentaba ser una dulce y simpática muchacha más.

Sin embargo, un miedo le llenaba ahora. Había sido descubierto. Como una de las actividades de la joven era entrar a internet a El Sitio, allí se comunicaba con los amigos de la chica. Debía aparentar, parecer que era quién no era. Pero alguien, que ni siquiera la conocía, sabía que algo más se escondía bajo su piel. En realidad, él había jugado con su apariencia y había escrito acerca de las armaduras que se ponía. Siglos atrás, los hombres pensaban que esa piel viscosa, horrible, rugosa, negra, era una armadura.
Jamás hubieran imaginado que era su piel, salvo cuando poseyeron suficientes armas para ir en caza de ellos, y no solamente incendiar bosques, como hicieron los humanos primitivos en Europa para matarlos. No era efectiva esta técnica, pues si bien muchos morían, otros muchos se escapaban por los túneles que estaban en las paredes laterales de los pantanos inmundos de los que ellos surgían, y donde se tiraban a descansar unas pocas horas al mediodía. Y volvían en medio de la noche con más hambre del que ya era habitual en ellos, producto de la sed de venganza que albergaban en sí.

Cuando llegaron las matanzas de los hombres, fue cuando empezaron a cazar a algunos para quedarse con su piel y meterse dentro de ellos, usarlos como cáscaras. Aprendieron las lenguas de los hombres. Pero nunca fue realmente efectivo, porque los amigos y familiares de las víctimas, salvo que mataran a todos los que conocían a las víctimas y las reemplazasen en su totalidad, siempre descubrían algo que no cuadraba. Aprendieron a emigrar, pero las matanzas que ocasionaban hacían que en algún momento alguien los descubriera. Entonces aprendieron a controlar sus instintos. Durante siglos, muchos aprendieron a ocultarse tratando de alimentarse lo mínimo. Aún asi, no faltaba quién, de modo sospechoso, que sembraba miedo en sus corazones, y empezaba una cacería feroz y el resultado siempre era la muerte, como si supieran quiénes eran ellos.

Él, sin embargo, había sobrevivido. Cambiaba de piel cada cierta cantidad de años, y siempre buscaba zonas no muy pobladas. Y no cazaba en el pueblo donde habitaba, sino que se iba lejos, a otros pueblos de los alrededores, a lugares más despoblados, y allí descargaba todo su instinto asesino. Y así sobrevivió por los últimos dos siglos, cuando registró que era el último de su especie. Y él pensaba que vivir para siempre no era una utopía y se sentía orgulloso de engañar durante tanto tiempo a los hombres, y de que tal vez les sobreviviera.
Pero este disfraz no era efectivo, ya no. Alguien, del otro lado del océano, había adivinado la terrible verdad. Y le vigilaba. Y se lo hacía sentir. Y el miedo que desde hace 800 años era parte de la vida cotidiana de los suyos, se instaló en él. Y no dormía ni descansaba bien. En esa especie de sueños que tenía, se imaginaba a veces con una lanza atravesándole el pecho. A veces un hombre de larga cabellera venía con una espada y le cortaba en pedazos. A veces una mujer de largos cabellos sacaba una katana y le descuartizaba, preguntando donde estaba su hija.
Y con todo, esos sueños no le aterraban tanto como las suaves conversaciones de ese usuario del otro lado del mundo. Le sentía mirarle e intuirle a pesar de la imposibilidad de que pudiera saber algo de él a través de una simple conexión electrónica.
Pero así pasaba, y por las noches, cuando iba de cacería de humanos, pensaba en si no hubiera sido mejor morir con sus compañeros, no haber escapado mientras masacraban a quienes habían compartido sus dichas y desdichas con él por siglos. Esa actitud cobarde era la que hacía que ahora viviera como el monstruo que era, oculto, usando la piel de una pobre e inocente niña que nada supo de por qué ese ser horrible se había ensañado con ella. Él no se arrepentía de nada, obviamente, y no llegaba a entender que lo que se siembra se cosecha, y que su fin no era más que un acto de justicia final, por todo el terror y la injusticia que sembró a lo largo de su repugnante existencia.

 

PD: Dy... ¿creés que a mi dulce hermanita le va a gustar este cuentito dedicado a ella o me va a zampar un zapatazo por la cabeza?

 

2 comentarios:

Diana entrebrochasypaletas dijo...

Jajajajajajajajajaja, no creo que se la ocurra darte un zarpazo porque entonces tendré que cortarla las uñas ¬¬
Me encanta el texto, muchas veces cuando hacemos homenajes nos volvemos un poquito ñoños, así que al salirse de lo normal es pefecto. No sabía yo que mi hijita estuviera absorvía por un bicho de hace dos siglos, ups xDDDD :*

Luis dijo...

Viste las cosas que te enterás por internet? jajajajajajaja

Besos, amiga