domingo, agosto 13, 2006

OASIS EN EL DESIERTO
ULTIMO JUEVES - 2005
FELICIDADES

Buenas noches, estimadas y estimados.
Después de una tarde aciaga con ese empate entre los amargos de Passarella y los muertos de Newell's, levanto tres cuentos que serían algunos más si no fuera porque los cuentos que escribí (y para los que no saben, son manuscritos en un cuaderno con el logo de River, cuentos que una vez que quedan como a mí me gustan, los arranco y los guardo en algún lado... pero vaya uno a saber donde los metí; esta enfermedad de mierda me está empezando a molestar un poco)... ¡no sé dónde los metí! En fin...

El primero es el más reciente, tanto que lo terminé hace escasos minutos (y que no aseguro que no termine de corregir antes de publicarlo, si releo y encuentro que hay un término que chilla demasiado, y entonces el pobrecito es expulsado a la nada de las letras). No pretendí hacer nada rebuscado, sino exponer mis inquietudes de estos días.
El segundo es un cuento escrito el último día de trabajo en mi trabajo el año pasado (ya que los agentes del Estado usualmente tenemos feriado el día hábil anterior a una fiesta). He escuchado interpretaciones muy variadas, así que a los que quieran dejen su versión de qué quiero decir.
Y la tercera es algo que escribí poco después de salir del hospital. No sé, en esa época, estaba en un momento con un extraño optimismo, hasta que la realidad cotidiana me devolvió a mi estado general.
Espero que los disfruten. O que les sea leve, al menos ;-)


OASIS EN EL DESIERTO


Ya está.
Ya lo dije.
Ya me cavé la fosa.
Y sabía que pasaría desde que la conocí.
Extraño enamorarse de alguien de quién se sabe que jamás te amará.
La miro y una lágrima asoma a mis ojos. ¿Sabrá, le interesará saber que moriría por ella, por que su tristeza y su infortunio terminaran? Ahí también entiendo lo que es amar realmente, y comprendo a ese dios que murió por sus creaturas.
Inesperadamente, o no tanto, a los de ella también asoma una lágrima, y esconde su rostro mirando hacia un costado.
De repente, se abalanza sobre mí y me abraza con una fuerza que indica una ternura que nunca podré olvidar.
— Te quiero muchísimo, muchísimo.
Como diría el viejo tango, es una migaja de amor, con respecto al amor que yo anhelaba, pero también es el amor más sincero que sentí nunca, y en lugar de desfallecer de pena, lloro con una extraña alegría en mí.
Y ella también, calladamente, secretamente, llora apoyada su cabeza sobre mi hombro, hasta que este momento eterno culmina con un largo beso de ella en mi mejilla.
Ya está, me digo.
Ya su rechazo es real, no sólo en mi presunción de eventos futuros.
Y con su demostración de cuán amigo de ella me siente, ya sacié mi sed de afecto. De golpe siento que tal vez ese instante justificó años de pena.
Y como un árabe en un oasis, entiendo que es hora de partir. Ahora me toca continuar en este desierto que es mi propio destino.

ÚLTIMO JUEVES - 2005


Entro para saber que no hay nadie. Como siempre. Como una maldición divina. Cuando más necesito a los demás, más lejos ellos están de mí.
Lentamente recorro los muebles rotos, llenos de polvo. Paso el dedo y lo saco negro, manchado del polvillo acumulado.
Es una casa amplia o estrecha, depende de qué punto de vista se mire. Es amplia en cuanto que hay muchas y grandes habitaciones, pero está tan lleno de trastos inútiles que dificultan el andar y el respirar. El hacinamiento es patente.
Miro sin mirar y recuerdos no tan lejanos vienen hacia mí. Recuerdo su sonrisa, recuerdo su pelo castaño rizado sujeto por una vincha que le quedaba tan mal, pero que a ella le gustaba. Y pienso que ahora que no está nunca podré decírselo.
La melancolía me inunda, quiero salir de aquí. Pero el vacío me puede, y me inmoviliza, y entonces me quedo parado sin intentar cosa alguna.
Suspiro.
Respiro hondo.
Cierro mi mente a cualquier pensamiento.
Oigo el ruido de la calle: los autos que van y vienen, conversaciones en la vereda, un tema de los Redonditos en una radio cercana.
Me concentro más y oigo mi propio corazón palpitar con fuerza.
Ya me siento en posesión de mí, nuevamente.

No puedo superarla, me digo. Mi melancolía me acompaña dondequiera que voy. ¿Por qué luchar contra ella? Es parte mía, no puedo sacármela como tampoco puedo sacarme un brazo o una pierna sin quedar mutilado.
Mi debilidad debe ser mi fuerza, me digo. No puedo, no quiero quedarme atrapado de noches de ensueño y de olores que no podré recuperar. No puedo aislarme en el pasado, siendo que no existe ya, ahora, y si me aferro a algo sin entidad palpable, yo mismo me veré atrapado, consumiéndome en esa irrealidad.
Si alguna vez, de alguna forma, puedo hacer que las cosas sean distintas... no sé si lo haré. Hoy siento que haría cualquier cosa, pero una cosa es la posibilidad de los hechos, y otra los hechos concretos.
Lo que sí, nunca jamás quedaré encerrado en esta habitación, sometido a esta dejadez que me aniquila. No seré el lobo de mí mismo ni de los demás. Si no podré dar luz, al menos procuraré indicar donde no buscarla, porque ya he estado allí y ya sé.

Salgo.
Cierro los ojos.
Respiro pausadamente.
Es increíble cuantas cosas uno no ve cuando está empeñado en no ver.
De repente me largo a reír. Soy tan patético que me río de mí mismo.
Andar hacia adelante, ese es el camino. Dejar de mirar continuamente atrás.
Camino, a veces más rápido, a veces más lento. Tomo la avenida. Me pierdo entre la multitud, yendo hacia el sol.

FELICIDADES


Él despertó y lo primero que hizo, fue verla mientras ella aún dormía. Le encantaba contemplarla. De pronto, ella abrió los ojos, le miró a los suyos, y sonrió. Desde que la vio sonreír por primera vez, se enamoró de ella, y su sonrisa siempre le pareció lo más bello entre todas las cosas bellas de este mundo.
— ¿Sabes que eres demasiado hermosa? —le dijo, y se mordió los labios y entrecerró los ojos, pensando que de todo lo que podía decirle, le había dicho lo más estúpido.
Pero ella le acarició le mejilla y le besó.
— Te amo, tonto —le dijo sonriendo con picardía. Y él extendió su brazo y ella puso su cabeza sobre él, y así durmieron juntos hasta que la mañana los llamó con su rutina diaria con olor a café y panecillos recién horneados, con olor a fresco matinal entrando por la ventana y risas de chicos yendo al colegio.


Ya está. Y como dije, al cuentito nuevo lo corregí como ocho veces el texto antes de dejarlo como a mí me parece mejor.
Gente, cuídense mucho y que tengan una hermosa semana.

1 comentario:

Dosto dijo...

Luis, muy lindos los cuentos, que quedo con el primero y esa sensación de que nunca esa relación se va a transformar en amor. De ser real, me imagino al protagonista de este cuento, guardando ese abrazo y ese beso en su memoria y como si fuera una videocassettera pasandolo y volviendolo a pasar varias veces. Para aquellos necesitados se amor, una caricia, una mirada o una palabra, ya son suficientes para seguir viviendo, para seguir soñando con que ese amor se haga realidad.
Besos.