sábado, marzo 22, 2008

PASCUA (II)

Continuamos :)


  • Sacrificio, como dije, es consecuencia de algo, un entrenamiento espiritual, literalmente. "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, no puede ser mi discípulo. El que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si se pone a edificar una torre, no se sienta primero a calcular todos los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se pone a considerar si con diez mil hombres, podrá hacer frente a veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey todavía esté lejos, enviará una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo" (Lucas 14, 26-33).

  • El entrenamiento es como cualquier cosa. Yo no puedo ser buen jugador de vóley de un día para el otro, si no sé las reglas del juego, si no practico saques con el brazo, si no aprendo a golpear la pelota, a saltar, a bloquear, a rechazar, a pasarla la pelota a un compañero, a recibir. Y jugar partidos, uno, dos, cincuenta, cien, mil. O para ser un buen jugador en cualquier juego de computadora.

  • Y la fe no escapa de esto. Yo puedo tener buenas intenciones, pero como dice el dicho, "el camino del infierno está lleno de buenas intenciones". Por empezar, debo empezar a ver más allá de mi nariz, observar con ojo atento si mis acciones no son injustas hacia cualquier persona, si no siembro rencor en lugar de armonía, si no lastimo o hiero por orgullo, prepotencia o cobardía, etc.


  • Para superar la cobardía, porque luego del ejercicio anterior lo importante es llevarlo más allá de mi esfera personal, debo aprender a convivir con miedos, mis temores, mis resquemores, mis dudas. Saber que están, que no nos van a hacer las cosas fáciles, pero que no nos justifica no hacerlas.

  • Y lo que se debe hacer es denunciar la injusticia de las cosas que se suceden a nuestro alrededor. "Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Isaías 61, 1-2; Lucas 4, 18-19).

  • Jesús sudó sangre. El miedo, el temor, las dudas frente al destino que se prevé, están en cualquiera. Pero uno toma eso, su pecado, su concupiscencia, su lubricidad, su pesimismo, sus dudas, sus temores, sus anhelos contrarios a la vida que se ha elegido, y se las ofrece a Dios: para que Él los transforme y de frutas buenos y nuevos de ellos.



Y si hay una cosa que debe agregarse a éstos conceptos, es deslindarlos del concepto moderno de "héroe". Jesús no fue un Bruce Willis ni un Mel Gibson, nadie hubiera sabido de su sacrificio si no fuera por sus discípulos y las revelaciones que fueron recibiendo del Espíritu Santo que les había sido dado. Jesús murió de una forma ignominiosa, y desde que lo tomaron los judíos en el Monte de los Olivos, su suerte estaba sellada. Y para alejarlo más del concepto de "héroe" que nos transmiten la TV y el cine, es que no murió de un balazo ni de una estaca clavada en el corazón ni en medio de una explosión. Al contrario, fue una larga, jodida noche la que pasó, apaleado, azotado, desangrado, hambriento, desnudo, desamparado, desprotegido, maldecido por todos los "puros" de la población, despreciado.
No es una muerte muy "heroica", máxime si a lo sumo cuando muere lo mirarán con lástima, porque nadie levantó una mano por Él, nadie se ofreció en lugar de Él. La muestra simple y sencilla de mostrarnos que Él hizo por nosotros primero, algo que nadie había hecho antes.
Pero lo hizo, porque mayores cosas espera que hagamos nosotros.

 



Y como muestra esta ilustración mía, la fe cristiana es cargar con la cruz, que implica, en muchos sentidos, anclar bien las raíces en el lugar donde estamos (comprometernos con nuestro tiempo y nuestra historia) y en saber que también tenemos que tener un mirada puesta al Cielo, escuchando la inspiración divina que nos viene del Espíritu de Dios. O como diría Angelelli, "un oído puesto en el pueblo, y otro en el Evangelio".

Y sobre todo piensen que estas son reflexiones mías, que intento aplicar en mí, y no tienen por qué necesariamente constituir la verdad, el modo de vivir la fe para todos.

Realmente, muy Felices Pascuas para todos. Besos y abrazos y que anden bien.

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