sábado, diciembre 30, 2006

TIEMPOS DE MUERTE

 

Yo a veces me siento como un bicho medio raro. Pero bueno, uno tiene, humildemente, que dejar constancia de su posición frente a algunas cosas.
Como me pasó hace unos días con lo de Pinochet, con lo que pasó ayer con Saddam Hussein no me llena, para nada, de alegría.
La alegría ante la muerte de alguien es muestra de salvajismo. Es agarrar milenios de evolución en la humanidad y tirarlos a la mierda por simpatías o antipatías personales.

Y sólo eso... La muerte de nadie, no me interesa. Para todos, justicia.
Y no me meto, hablando de lo de Saddam, en si el juicio fue justo o no, si recordamos o no que el primer juez renunció porque se daba cuenta de que todo era un circo y la justicia quedaba muy de lado. Hay una nota interesante (aunque no necesariamente uno coincide en todo) de Oscar Raúl Cardoso en Clarín, donde muchas de las objeciones que yo podría hacerle (y muchas más) las enumera con precisión uno de los pocos periodistas rescatables del Imperio Multimedial Clarín.

Simplemente que eso... Si como sociedad, festejamos la muerte de nadie, implica que aquello que tendría que estar presente en mayor medida en nosotros, como es la preocupación permanente por la vida de los demás como por la propia, escasea y mucho.

Y así es comprensible que, por ejemplo, las voces indignadas que hablan contra la muerte de Saddam Hussein, rara vez, o nunca, más probablemente, dirán algo contra la muerte de miles de niños al mes, no en Somalía, donde es parte del documental de tan aceptado que parece ese horroroso hecho, sino en Argentina por no tener los alimentos necesarios, cuando, tanto allá como acá, con simple solidaridad humana, la comida y los remedios alcanzarían para todos.

Un saludo y gracias por leerme

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