viernes, abril 06, 2007

CUARESMA I


Dice la Iglesia que este es un tiempo de reflexión y de preparación para la Pascua. En un ejercicio que no suelo hacer, me puse a pasar en papel las cosas que fui pensando estas semanas. Y como a veces pasan cosas que uno ni espera ni desea (y elevándolo a cosas aún mayores, esto es, de algo pequeño y propio, deducir otras cosas que, cree uno, pueden aplicarse a cosas más profundas) dice uno lo siguiente.

Sepan disculpar las incoherencias del texto. Como dije, son cosas escritas en papel a lo largo de unos días, mientras estudiaba unas materias que aún ahora sigo estudiando. Y no siempre conseguía mantener el hilo del razonamiento.

(Igual, seguro meteré mano y empezaré a darle forma mientras paso el texto a digital... Uno ya no pierde sus mañas, je)


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Una de las primeras cosas que estoy reflexionando en estos meses, son sobre aquellas cosas que uno espera, tanto de uno como de la humanidad (representada en la gente con la que uno se relaciona, o conoce, o influye en algo más que un círculo íntimo y/o privado, como serían los dos grupos anteriores) .

Y me decía (porque como todo geminiano entablo conversaciones con mi otro yo :D) que debemos estar abiertos a que Dios quiera, permita y/o haga fracasar nuestros proyectos, nuestros más desinteresados anhelos, nuestras acciones más nobles. Y en dos niveles, si se quiere.

Si creemos que Dios nos ama (para liberarnos, alejarnos de la abstracción “Dios es amor”, que dice todo y nada si no creo, si no siento de una manera aunque sea intelectual que ese Amor está dirigido hacia mí y de forma individual) debemos confiar en Él como en toda persona a quién amamos, confiar en que lo que nos pasa no es ni por odio ni por desprecio hacia nosotros, o porque desea nuestro anonadamiento (y obvio cuestiones como que siempre, en todas nuestras acciones, aún las más puras, el pecado está presente; no en vano Jesús nos dice que somos malos.
Pero, agrega en palabras siguientes, eso dentro nuestro, eso roto y corrupto dentro nuestro, no impide que podamos hacer cosas buenas por nuestros hijos (ver Mateo 7,11, al que le interese la lectura de la Biblia).

Esto, para mí, enlaza con el otro nivel: sólo Dios sabe las consecuencias de nuestros actos, la hilación completa de los hechos históricos (que para él son solo uno en un instante que no es de tiempo, y que no podemos ni prefigurar porque al ser seres limitados, no podemos siquiera prever cómo será algo que no tenga ni tiempo ni espacio -que como dicen los físicos, no pueden existir el uno sin el otro-).
Y sólo Dios sabe de qué hecho que hagamos sacará algo bueno. Y nosotros, mientras tanto, vemos que se derrumban las cosas en las que pusimos tantas fuerzas, ganas, tiempo que no se tiene. Y nos desalentamos y tenemos ganas de renunciar a todo.
Y Jesús, con serenidad, nos dice: “No anden, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los paganos; pues ya sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso. Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura. Así que no se preocupen del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal”.

Con respecto al primer punto, puedo señalar algo que cualquiera que haya amado y se haya sentido amado sabe. Tomando a Dios como un ente real, en el que se cree y se tiene fe, digo que cuando se ama y uno se siente amado, tocado, en continua conversión por el amor de Dios, no racionaliza esto: lo vive.

sigue...