lunes, abril 09, 2007

RESURRECCIÓN


(Ideas personales sobre estos tiempos... En nada reflejan opiniones de la Iglesia ni de teólogos ni sacerdotes ni de otros cultos cristianos... Es mi mirada sobre la Pascua de Resurección)

Y a la nada y a la sinrazón de la Cruz, le sigue esto... Ser nuevo y ser el mismo... Plenificarse, ser quién estamos destinados a ser.

Y para los discípulos, para quienes creemos, nuestra fe no tendría sentido sin la Resurrección de Jesús. Como dice San Pablo, "si Cristo no resucitó de entre los muertos, vana es nuestra fe".
Y creer es aceptar esto:
Aceptar la esperanza de un nuevo amanecer.
De que seremos perdonados de nuestras innumerables caídas.
De que para ser perdonados, debemos aprender a perdonar.
Y no podemos aprender a perdonar, si no sentimos, si no ponemos nuestra fe, nuestra voluntad y nuestra inteligencia en ver que no podemos conocer a Dios si no es por el perdón que él obró en principio por nosotros.

Y yo lo entiendo así, es decir. Y también mi rabia y mi bronca viene por esto.
Por sentir que Dios me quiere demasiado y me pide algo simple, tratar a los demás con la misma misericordia con que él me trata.
Y aunque lo intento, y aunque a veces lo logro... siempre en algún momento me salta la ficha... y la verdad es que me jode, porque eso quiere decir que aunque he muerto con Él, aún no nací con Él.

Pero Él sí y me espera. Y con los brazos abiertos. Y así con todos y cada uno.

Y nos dice que en el fondo, Él entiende nuestras limitaciones, y no por haber sido uno de nosotros, porque eso sería limitar el conocimiento ilimitado de Dios sobre la realidad de algo que Él mismo creó.
Nos entiende porque nos ama.
Nos perdona porque nos ama.
Sigue a nuestro lado porque nos ama.

Nadie que haya amado alguna vez realmente a alguien (a alguien que no es de su familia, digo, o sea, excluyo el amor a padres, hermanos, hijos, parientes y, diría, hasta amigos de la infancia, aquellos que son como hermanos para nosotros) es ajeno a esto.
Y se puede uno dar cuenta con esas personas que conocimos ya de más grandes y que hemos decidido quererlas de grande.
Porque como dice una amiga mía, implica un sacrificio que uno de otra manera no se da cuenta.
Que amar es aceptar al otro como es.
Y aceptarlo quiere decir: tenerle paciencia en las cosas que normalmente no se las tendríamos a otros.
Y confiar en que si su cariño y su afecto son sinceros, no es sincero cuando hace o dice cosas que nos hieren.
Y a veces refrenarse antes de mandar a esa persona que se quiere a pasear porque, si esa persona siempre opta por no contar qué le pasa, saber encontrar el momento de poder conocer su verdad.
Y se puede decir que es también aprender a conocerlo, saber rastrearle en sus silencios y en sus palabrerías.
Y alentarlo.
Y estar siempre atentos a acompañarlo, aunque nos llame a las 3 de la mañana porque se siente destrozado.

Esto que hace uno con un amigo (excluyo el enamoramiento o el amor de pareja porque, sobre todo en edades más jóvenes, cuando se va el entusiasmo de aquello que a uno le llamó la atención del otro puede llegar a pasar -como leí el otro día en una cita a alguien cuyo nombre no recuerdo- que lo que nos hacía amarle hoy nos hace odiarle), Dios obra con nosotros.
Y si descubrimos esto, y como siempre Jesús nos dice que lo Él obra en nosotros nosotros debemos hacerlo con los demás, es decir, si vemos que Dios nos ama y nos tiene paciencia como uno se la tiene a un amigo de verdad, de la misma manera debemos obrar con el otro.

Porque el cristiano no viene a castigar, sino a salvar.
Viene a tratar de que el peor criminal no se condene en el infierno sino que se salve.
Y es obvio que la mayoría no entienda esto. Porque esto no es propio de una sabiduría humana, sino de una sabiduría que está más allá de la ley y la justicia humana, por más perfectas que ellas fueran.
Pero Jesús lo dice todo el tiempo: misericordia quiero, y no sacrificios. Perdónalos, porque no saben lo que hacen. No tengas en cuenta sus pecados, sino su fe.

Y como dice Chesterton, si uno se dice cristiano se acerca con un palo a un pecador para pegarle, sino para, por ahí, ofrecerle la última ayuda, el último sostén para que ese hombre no se hunda en el Abismo.

Y si Jesús resucita, por lo menos para mí, nos está diciendo eso:
Que aunque nuestros ideales de justicia y paz parecen destinados al fracaso en este mundo, al final triunfarán.
Que cuando la violencia y la fuerza y el odio y la guerra pasen, lo único que podrá levantar a la humanidad de entre las ruinas es el amor que podamos dar.

Y a esto también remite la resurrección... A que el amor no muere, a que el amor persiste. Y que aunque sea imperfectamente, si en un brevísimo instante el amor de Dios nos inundó, sabemos que amar es la única verdad en esta vida, lo único por lo que vale la pena vivir y morir.

"Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías limitadas... Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después conoceré tal como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor."

1 Corintios, capítulo 13, versículos 1-9, 12c-13.

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