viernes, abril 20, 2007

REFLEXIONES OTOÑALES


(como siempre en estos tiempos, esto se trata de muchas ideas juntas. No sé si el texto final será claro, pero espero que al menos se entienda la idea principal)

Y es así a veces. Y sucede.
A lo largo del camino muchas hojas se caen, pero marchitas. Cumplieron su ciclo vital. Y cuando finalizó, simplemente abrazaron la tierra que nutrió a su árbol que fue padre y madre para ellas. Y con su muere dieron calor al árbol, para que muchas hojas siguieran naciendo de ese árbol. Y al secarse, abonaron el suelo haciéndolo más fértil, en un ciclo perenne que asegura que nueva vida surja.
Pero a veces eso no pasa, y otras vidas sin conciencia de otras vidas cortan tallos, arrancan ramas verdes, a veces hasta el mismo árbol, o esterilizan la tierra que era fértil. Y las hojas jamás llegan a marchitarse, sino que mueren en lo mejor de su vida, cuando están fuertes y lozanas, o sin siquiera llegar a esa etapa.

Y esto no tiene remedio y no se puede volver atrás, porque hay actos que ejecutados una vez perduran siempre.
No queda acto más inteligente, más racional, entonces, que evitar todo acto que termine con cualquier forma de vida, no amparándose en que alguien hizo algo y que el otro no es culpable porque él no lo hizo, porque todos somos guardianes de todos. Y lo que alguien hace, de alguna forma nos afecta a todos, quizá no inmediatamente, y quizá ni siquiera a nosotros, pero sí a alguien que queremos, por ejemplo, a padres, hermanos, hijos, amigos, conocidos, compañeros.

Esto es un simple y tal vez estúpido ejemplo. Pero quiero significar algo más. Tal vez no nos demos cuenta, pero este mundo vive en una barbarie (y no de ahora sino como un proceso de degradación constante que viene hace tiempo, que nadie previó o quiso prever, que pocos hoy, sobre todo con voz y voto para hacer algo, quieren ver y denunciar lo que ven), en cualquier lugar del planeta, o lo que es lo mismo, en la esquina de nuestra casa o dentro de ella, aquí mismo.
Asume distintas formas, pero es siempre lo mismo. Algo que no debería pasar pasa, y siempre para alguien es tarde para hacer algo. Aunque usualmente ese “tarde” se repite con una asiduidad que no debería ser tal, sino salvo por accidentes o por imprevistos, catástrofes naturales no impulsadas o magnificadas por la acción humana.

Como por ejemplo, desde los noticieros, y desde la mentalidad de parte de quienes miramos esos programas, no importarles tanto en un desastre las “pérdidas económicas” como las pérdidas de vidas humanas, de cómo continuarán sus vidas quienes poco tenían y ni ese poco tienen ahora.

O que le den tanta cobertura a los muertos en Irak, pero NUNCA digan nada de quiénes se mueren de hambre en África o en nuestro país. O por no tener una atención médica adecuada. Todo porque al público no le interesan esas noticias.

O asesinatos.


O asesinos ensalzados (sean militares o guerrilleros, gobernantes o meros civiles), hasta ocupando puestos en el gobierno de turno.

O ejercer violencia para pedir por la muerte de los asesinos, o por reclamar justicia imparcial para los mismos (¿y en qué se diferencian unos de otros, entonces?).

Y así dejamos que todo pase. Y nos decimos que con dar ropa, alimentos o dinero cuando hay inundaciones hacemos todo lo que podemos. O poniéndonos la camiseta del Che Guevara. O estando subscriptos a Amnesty. O reclamando Justicia Infinita.

Y así vamos. Así nos va. Y ninguno de entre nosotros (o pocos, porque siempre hay honrosas excepciones) pone el cuerpo para ayudar con algo más que nos signifique dejar la comodidad de nuestra casa. Claro, hasta que la inundación llegue a nosotros. Y entonces dejaremos todo a la fuerza.

Y contradiciendo aquellas sabias palabras de Pete Townsend, nosotros sí pedimos sangre para redimir injusticias. Y si no lo pedimos, con nuestra apatía (aunque en lo más sincero nuestro creamos que no) lo permitimos.
Y mientras tanto (uf) todo sigue igual, porque no recapacitamos, entramos en la rueda, trituramos sueños ajenos y propios.
Y nos embelesamos de nuestro egoísmo.
Y no pensamos ni queremos pensar en que el mundo que tendrán nuestros hijos será, a este paso y sin esforzarnos mucho más, peor que el actual.



Pero todo, lo bueno y lo malo, tiene un final. Y cuando ninguno de nosotros quede (porque la humanidad es un organismo, y un organismo que se ataca a sí mismo, llega un momento en que no puede defenderse de lo que pasa en su interior) no será un castigo para los seres humanos, sino una muestra de que se cosecha lo que siembra (odio, ambición, falta de compromiso, mezquindad), y de que si uno se construye todos los días su propio futuro, el nuestro en su conjunto, no es para nada alentador.

Y seguirá gente muriendo en guerras por intereses económicos, políticos y religiosos.
Seguirá gente muriendo de hambre porque ninguna de las naciones que tienen suficientes ingresos anuales para sanar la hambruna del planeta hará nada.
Seguirán gente muriendo en inundaciones y tsunamis por las acciones humanas que contribuyen al cambio climático.
Seguirá gente muriendo de enfermedades que una simple vacuna o medicación podría curar.

Y no habrá que esperar mucho, si miramos con atención.
Porque a nuestro lado también hay gente que muere de hambre porque lo perdió todo, gente que duerme en las veredas porque para la familia, el padre y/o la madre eran una carga y váyanse y que Dios los ayude si puede.
Porque hay chicas que se dedican a la prostitución porque no pudieron acceder a una educación o no tienen otra forma de obtener dinero para comer y vestirse.
Porque hay bebés que padecen hambre y enfermedades porque sus padres son mantenidos en la ignorancia por sus líderes políticos y religiosos (y diciendo esto, hablo específicamente de los sacerdotes católicos) que no enseñan que un hijo, cuando no tienen nada para vivir ellos solos, menos lo harán con un ser tan frágil y necesitado de cuidados.

¿Se entiende? Miremos para donde miremos, todo está corrompido. Sólo cambiando nuestro corazón, como dice el Evangelio, podremos cambiar las cosas. Pero empezando de una vez.
Siendo solidarios. Comprometiéndonos en practicar la justicia. Aceptando los errores cometidos. Perdonándonos los errores mutuamente y tratando entre todos de solucionar las consecuencias derivadas de esos actos. No echarnos culpas estériles porque los deseos de venganza que no alimentan la justicia no ayudan en nada.

¿Será tarde? No lo creo. Es en lo único que tengo esperanza, que antes que siga todo así, entendamos que vamos mal, y que con tropiezos primero, a pasos más firmes después, seamos personas más justas y comprensivas, donde el respeto sea lo que prime entre todos, y donde nunca un interés material esté por encima del respeto debido a los demás.

2 comentarios:

Patus dijo...

Creo que la solución sería que nos mirásemos con más amorosidad y menos egoismo. Tan simple y tan dificil como eso.
Bss

Luis dijo...

¡SÍ! Ese sería un sabio resumen de todo lo que dije (qué raro que no protestaste del largor, je)

Y siguiendo con tu línea, diría, de mi parte, aprender a darnos una oportunidad más, a confiar a nosotros pese a que muchas veces nos propongamos ser mejores y hagamos siempre lo mismo.
Porque ese "siempre" es falso, e indica, a veces, desidia, o conformismo, o complacencia con determinados estados de cosas. Pero que eso no signifique que no sigamos intentando hacer más habitable este planeta.

Beso