ESAS COSAS RARAS QUE A VECES PASAN

Estaba yo pensando en mí, como a veces me pasa últimamente, el viernes, mientras iba al hospital para asistir a mis revisiones trisemanales con la nutricionista.
Venía pensando en qué puede hacer uno en esos días en que se es una carga para sí mismo. Entonces, para distraerme, me puse a mirar a mi alrededor, y en eso un tipo se sienta en el asiento delante mío, se estira como si fuera el sofá de su casa, y se pone a leer Página/12.
Pispeo la contratapa sin demasiado ánimo de lectura, y veo un cuadro del dibujante Miguel Rep, que es el siguiente:

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Decía cosa rara, porque uno venía con sus oscuridades de estas semanas a cuestas, y encontrarse con esas palabras fueron... reveladoras. Me ha pasado este año un par de veces (sí, ya sé que estoy para internación, nadie necesita decírmelo) en que por distintas circunstancias estaba metido en un lindo brete (allá por abril), y ahora en este complejo tema amoroso que jode más porque cada vez me estoy dando cuenta más que lo que más jode son las cosas que se dijeron impulsivamente, sin meditarlas totalmente, y como dice el dicho, uno es dueño de sus palabras hasta que las dice, y después es esclavo de ellas.
Esto es, meditando tanto en las palabras que dijo mi amiga Raquel, como las que me dijo Gaby, es obvio que hay cosas distintas (como ayer también respondía en un comentario) que le ponen a uno así, cosas del pasado que vuelven y uno creía olvidadas.
Pero más allá de eso, creo que es importante saber, darse cuenta, y sobre todo, mostrar con el ejemplo, que no importa cómo se esté, siempre uno puede hacer algo por el otro. Y esta frase, estos días, reveló también cosas que no había pensado en un primer momento.
Sí, mi amiga Gloria, mi hermanita Laura, me conocen bien en este tema, y saben que no puedo concebir un mundo sin Dios, así como ellas no pueden concebir un mundo con uno, y en el fondo, tal vez estemos de acuerdo en lo mismo. Y creo, no siempre, pero sí en esos momentos puntuales en que uno está sensible a todo, que hay como mensajes en el aire, cosas que nos alientan a hacer algo, o nos señalan no hacerlas, cuando nuestro raciocinio está superado, sea por imposibilidad de conocer todos los hechos que debería uno conocer para tomar determinada decisión, sea porque está saturado por los problemas del vivir cotidiano. Otros pensarán, y puede que tengan razón, que son cosas que uno desea ver y tomar como señales de cosas, simplemente para darle sentido a hechos que no lo tienen. Otros dirán que el sentido de su propia vida se lo hace uno. ¿Está en algo en desacuerdo con lo que yo planteo de lo que yo creo?
Y eso que entendí es que la susodicha muchacha que me tuvo a maltraer hasta la semana pasada, en que tuve que asumir determinadas cosas, fue luz para mí. Tal vez ella no lo sepa nunca, pero en muchas cosas me ha ayudado a encontrarme.
Uno a veces, por la cantidad de cosas que hace, pierde su norte, cree que metas ajenas son las propias, y se va de sí, y todos alguna vez lo hacen, con razón o sin ella.
Y si ella, descentrándome totalmente, me hizo encontrar mi centro (el sábado, un hermoso día en Capital Federal, nada me hacía sonreír, excepto la risa obligada en el taller de ilustración, que mi profe y mis compañeras no tenían por qué sufrirme), no puedo más que decirle, a lo lejos porque no creo, después de una discusión pelotuda (para mí, no para ella) acerca de lo que se dice y no se dice cuando se dice algo, que vuelva a hablarme, gracias. Gracias de todo corazón.

Y de golpe recordé estos versos de don Atahualpa Yupanqui, que en cierta chacarera ya viejita, La Olvidada, decía:

Quisiera ser arbolito
ni muy grande ni muy chico
pa' darle un poquito i' sombra
a los cansaos del camino.

Si, creo que uno es la luz al final del túnel de gente que uno no espera. Y para eso, uno debe separarse de sus propios prejuicios, aceptar a la persona por quién es, no dividir sino unir, no encontrar puntos de conflicto sino de coincidencia.
¿Y a qué viene todo esto?
A que hoy, más allá de la tristeza que aún está, más allá de esa sonrisa que asomó en este día algo más pero no como hace unos meses, me empecé a sentir con menos conflictos conmigo mismo.
Aún falta mucho, empezando por retomar esas tareas que antes a uno le llenaban aunque no le reportaban nada monetariamente o en el conocimiento, pero que colmaban el corazón.
Mucha gente necesita de uno, empezando por uno mismo. Descubrir eso es un paso, ser puente de uno mismo, como diría Gaby (un sol que todos deberían visitar una vez al menos en la blogósfera).

Pero en el fondo, todo se lo debo a esa niña, quién me hizo redescubrir cosas mías tapadas u olvidadas (algunas veces nos volvemos tontos y no recorremos nuestro camino), porque extrañamente, cuando uno más hundido está en el abismo (yo creo que más bien estamos en esa zona desconocida de nosotros mismos), parece que allí recién uno se reencuentra con aquél que siempre, en los peores momentos, fue su amigo incondicional. ¿Y donde lo ve uno? En todas aquellas personas que se han preocupado por uno, que le han hablado, que le han acompañado. Ellos, claro, también han sido luz en estos días aciagos.
Porque a Dios no hay que buscarlo, en el fondo, en visiones esotéricas ni en cosas raras. Debe uno encontrarlo en el corazón de cada mujer y varón que se molesta por uno, por alguna palabra oída al pasar que ilumina el momento. Dios no está lejos, en las nubes, sino al lado nuestro.

Y entonces, tal vez, eso que a el otro día me pareció tan raro (yo buscando una luz porque me sentía y aún en parte me siento en medio de la oscuridad, y un dibujo me dice que YO puedo ser la luz de alguien) no sea raro, sino una mano amiga que me dice que no puedo encontrarme a mí mismo si no encuentro en el camino a los demás, si no creo lazos de fraternidad.

Obvio, esto no me protegerá de futuros bajones, de próximas caídas. Pero la vida es caerse y levantarse, perder el norte y encontrarlo, porque lo importante es pelearle al destino maula, como decía esa canción cuyo nombre no recuerdo.

En fin, que ya confesé demasiadas cosas para un día. Saludos a todos, gracias por leerme, y que anden bien.