jueves, septiembre 07, 2006

UN DIÁLOGO QUE JAMÁS OCURRIRÁ

Este relato, simplemente, lo levanto porque se lo prometí a Laura, aunque sé que ella nunca pondría esta exigencia sobre mí.
Trato de ser justo con ella, con esta chica, primeramente, y conmigo, como soy ante ella, cómo no digo todo lo que tengo que decir. No sé. Es de las pocas personas que me intimidan.
Y era, lo más divertido, un relato imaginario hasta hace unas horas, en que ella apareció y habló. Y me divirtió cómo muchas de las cosas que expuse aquí fueron como premoniciones de las dichas en la realidad.
¿Instinto de artista? ¿Era lo lógico? ¿Aplicando un simple razonamiento pude ver eso? ¿O conocer a la persona más de lo que uno cree?

En todo caso, diviértanse con esto... No saben lo difícil que es interpretar la voz de una mujer en un relato. Con todo, espero que no se note ;-).

Saludos a todos y gracias por leerme.


UN DIÁLOGO QUE JAMÁS OCURRIRÁ


— A ver. ¿Qué querés de mí?
— Lo que quiero está muy lejos tuyo, mi vida, y lo sabés.
— ¿Lejos mío en qué sentido? A ver, expresáte mejor.
— A... eso... Que no es algo que puedas darme, porque sé que nunca va a pasar.
— ¿Cómo qué?
— ¿Y qué va a ser? Que me quieras, que te enamores de mí.
— ...
— ...
— A ver. Si pudieras pedirme algo, ¿qué me pedirías?
— Que me respetés, simplemente. Dijiste que no habría distancias entre nosotros, y esas distancia son cada vez más insoportables. Siento que me mantenés a distancia, y sinceramente, me mata.
— ¿De qué distancia hablás?
— ...
— ¿Y?
— Nada, no quiero hablar ahora.
— Uffffffffffffff… No, vamos a hablar ahora. ¿Me querés decir qué carajo te pasa? Momento… ¿Me acabás de decir que no te respeto?
— Ay, no, no quise decir eso…
— No quise decir eso, tres carajos. ¿Qué mierda es respetarte para vos? ¿Te trato mal, acaso? ¿Te insulto, te digo algo cuando te veo? ¿De qué carajo de respeto me hablás?
— No, la verdad que no lo sé. Es decir...
— Bueno, basta entonces, no hablemos más. No sé qué querés de mí, en serio. ¿Charlar? Lo estoy intentando. ¿Y con qué me encuentro? Con un chabón que se cree en una nube, la pobre víctima. Si todo es un mambo tuyo, chabón. ¿Qué es lo que querés hacerme? Siempre te traté con respeto. ¿Qué es esto que me venís a decir ahora?
— ¿Y si soy tan mala persona, por qué me querés, o decís que me querés tanto?
— ... Sinceramente, me estás cansando.
— Entonces yo tengo razón cuando te digo que vos simplemente te acercás cuando querés pedirme algo.
— ... ¿Querés que responda a eso?
— No es tan jodido contestar eso, cielo.
— No me digas “cielo”.
— Uy, ya apareció la sensible.
— Me revienta que me llames “cielo”.
— Vos me decís “mi vida”.
— Pero vos sabés que es sólo una expresión.
— Dejáte de joder.
— Andá a cagar, chabón. ¿O sea que porque te digo eso vos pensás que quiero decir algo más?
— No, pero...
— “No, pero” nada. ¿Pensás eso?
— No, pero...
— ¿Pero qué? ¿Con qué cosa vas a salir ahora?
— ¿Sabés que te quiero con locura?
— ...
— No te importa, ¿verdad?
— ¿Te interesa que me importe o sólo te sentís bien diciéndolo? ¿Y por qué mierda me tenés que decir esas preguntas boludas de si me importa o no? Decí lo que tengas que decir y punto
— Pues...
— L., te quiero mucho, pero esta es una charla al pedo.
— No, en serio, J.. ¿Sabés cuánto te quiero? ¿Sabés cuánto te amo?
— ...
— ...
— Como todos cuando se enamoran, chabón. ¿Por qué tenés esa idea tan estúpida de que sos tan especial, de que... podés querer como nadie, que tu amor es... algo que nadie vio? Sos como todos, chabón, sos como todos. No sos alguien que vino de un huevo extraterrestre. Sos un tipo común y silvestre.
— Pero yo moriría por vos, mi cielo...
— Te dije, no me digás “mi cielo”.
— No, vos me dijiste que no te diga “cielo”.
— ...
— ...
— ¿Sos pelotudo o te hacés? ¿Me estás cargando?
— Sí.
— Cjác...
— Je.
— Sos un boludo.
— Un boludo que te quiere como un boludo, lo sé.
— Yo no te lo pedí, chabón.
— Lo sé, el de la culpa soy yo.
— ¿Por qué culpa? ¿Por qué tenés que pensarlo todo desde el lado negativo? Se da. Punto. En este caso, no te correspondí. Mañana seguro te vas a enamorar y te van a corresponder. No siempre se da lo que uno espera. Miráme a mí. Y este es otro punto que parece que no tenés en claro... ¿Tenés en cuenta todos los quilombos que tengo yo? ¿No, no? Sólo lo decís para hacerme sentir bien, ¿no? A ver, voy a razonar como vos. Entonces tengo que afirmar como lo hacés vos que toda tu amabilidad conmigo era solo para levantarme. ¿Es eso sinceridad? ¿Es eso respeto de tu parte? Y sin embargo, no lo creo. Creo que esos dos caminos fueron paralelos, pero no juntos.
— ...
— Dale, decí lo que pensás.
— ¿Para qué, si vos ya tenés una respuesta para todo?
— Andá a cagar. Chau, me voy.
— ¡No, esperá!
— ¿Y ahora qué querés? En serio, L., ¿qué carajo querés? ¿Que me flagele por vos? ¿Que me sienta y me pegue y diga: "no, acepto este sufrimiento, y lo hago por cariño"? No, lo siento. Te quiero mucho, pero no lo voy a hacer. No me voy a someter a vos, como no quisiera que te sometas a mí.
— Sí, ya sé, pido cosas que no tengo que pedir.
— ...
— Aunque sea podrías decir que sí o que no.
— Vos me estás tomando el pelo, ¿no? Te estás burlando de mí, ¿no?
— ...
— Dale, dejá de poner cara de sufrido.
— No.
— No parece. Bueno. ¿Me dijiste todo lo que querías decirme?
— No...
— Dale, que me tengo que ir.
— Que quisiera que me ayudaras a salir de ésta.
— ¿Cómo? ¿De qué manera? Lo único que podría hacer es justamente lo que no voy a hacer. Es lo que me dijiste hace unos minutos. Yo mantengo las cosas como siempre, pero vos no sé qué querés. ¿Que esté a tu lado consolándote? ¿Que esté al lado diciéndote: "no te preocupés, L., yo en el fondo te quiero pero todavía no me di cuenta" o estupideces así?
— Pero sin vos me muero, J.
— No te vas a morir, chabón.
— Me voy a matar.
— Dejáte de joder. ¿Qué querés? ¿Que por lástima esté al lado tuyo? Ah, cierto, ahora me vas a culpar que tus ganas de matarte son por mí, ¿no? Chabón, vos tenés graves problemas, vos tendrías que internarte.
— ¡Gracias!
— ¿Y qué carajo querés que te diga? Buscás cualquier cosa, por cualquier cosa te ponés arriba y a mí en la que debo ser juzgada. A cualquiera que encuentro o leo veo que adoptan posturas a favor tuyo o en contra mío porque a vos te encanta estar en el papel de víctima. La verdad, me cansaste. Chau, tengo que irme. No tenemos nada más que hablar. Chau.
— Chau.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya sé lo que me dirás y lo que me dirán todos. Pero más importante que el amor o el desamor es la capacidad de sentir. Aunque no sea correspondido yo ensalzo el sentimiento, lo sé, soy una romántica. Y me da igual que eso no esté bien visto... Te quiero, Luis.

Anónimo dijo...

Sólo conozco dos remedios contra el mal de amor: el tiempo y la distancia. Como ya te dije, es posible que ese muro lo estés creando sin darte cuenta y puede que sea eso lo que ella te reprocha. Pero creo que lo necesitas, pese a la dificultad de construirlo ladrillo a ladrillo.
Ya te lo dije ayer, "esto también pasará".
Por lo demás, estoy de acuerdo con Laura; lo importante es la capacidad de sentir, es lo que nos hace estar vivos.

Luis dijo...

Releyendo esto y de esta anécdota que intentaba pintar algo futuro, sólo queda un vago recuerdo. Más lo recuerdo un amigo, que me dijo cuando releyó esto hace unos días: "¿Viste que las personas somos previsibles? Vos predijiste casi todo lo que dijo ella", porque él estuvo el día que la susodicha a quién me refería en el texto largó sus cosas.

Cosa extraña, no sé si es "predecir" o sí, simplemente que todos nos agarramos de determinados tópicos y de ellos no nos escapamos. Y seguro que para los demás yo soy tan previsible como un corcho.