jueves, julio 12, 2007

RELATOS BREVES E HIPERBREVES II


Vaya uno a saber qué tienen de hiperbreves, repito... Disfrútenlos, en todo caso :D

Gracias por leerme y que anden bien :)


UN TRABAJO

“You know where you are??
You are in the jungle baby,
you gonna die!!”
Guns’ N’ Roses



El hombre caminaba alegremente. “Un trabajo”, se dijo, “un bendito trabajo que me ayude a sacarme a mí y a mi familia de esta miseria en que vivimos”. Esperó el cambio de semáforo. “Un trabajo. Bien pago. Con un buen contrato por cinco años, o una buena indemnización si me echan, ¡que no ocurrirá! ¡El contrato soñado! Era hora. Mis hijos necesitan el dinero para estudiar en la universidad. Mi esposa tiene que continuar su tratamiento. Y yo debía hacer algo. Soy demasiado inútil para salir a robar, así que si no es un trabajo honesto, no puedo hacer nada. Pero esto… ¡es lo mejor que podía pasar! Dios, estoy tan contento…”. Miró hacia la acera de enfrente. Sonrió.
El semáforo dio el verde y el hombre puso el pie en el asfalto. Sumergido en sus pensamientos dichosos. Al menos no tuvo tiempo de lamentarse de su suerte cuando un disparo perdido que salió del banco donde iba a trabajar, que estaban asaltando, le dio en medio de la frente y lo mató de inmediato.



OJOS QUE MIRABAN


Bajo el templo sobre el mar, bajo la tierra, se hallaba la estatua de Jono Kooch, la Diosa del Mar. Su oráculo, Ualen Ketenk, me acercó un cáliz y me dijo: “Ma, loen”. Y yo bebí de esa sangre preciosa. “Ekesh”, me dijo luego señalando hacia la oscuridad. Y ahí vi: el nacimiento de mi pueblo, su ascenso, niños y mujeres en su hogar y hombres cazando, hombres extraños e innobles con pelo en la cara que mataban a todos, nos esclavizaban o nos obligaban a vivir en las montañas. Miré de nuevo, y vi nuevamente mi pueblo levantarse, elevar la paz, reinar otra vez el equilibrio entre los hombres y la naturaleza. Cerré los ojos, y vi que todo lo que había contemplado, de una sola vez, eran las escalinatas de un templo interior, al que aún no accederé. Miré hacia la oscuridad, y vi unos ojos que todo lo cubrían y me miraban. “Paciencia”, sentí que me decía en mi yo más profundo. “Paciencia, predica a mi pueblo. Miles morirán para que millones vivan. Ahora vuelve. Ve con mi bendición”. Salí y vi los navíos extranjeros que se acercaban por la costa. Salí a enfrentarlos con mis guerreros. No tuve miedo. Sabía que ese día no iba a morir.

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