domingo, mayo 13, 2007

INSISTENCIAS VARIAS, INSISTENCIAS VANAS


Cantaba el Indio Solari:

"La más hermosa niña del mundo
puede dar solo lo que tiene para dar"


Estos días me pregunto:

¿Por qué pensar en que las cosas cambiaran? ¿Por qué esperar que quién siempre actuó deshonestamente, actúe una vez honestamente?
Admitámoslo, esto queda bien en las películas, pero no es algo que se de en la realidad. Al menos, no con la habitualidad que presenta la caja boba.

¿Por qué creer que las cosas son de una manera, cuando en verdad son de otra? ¿Por qué insistir con que a alguien le interesa algo más que lo que uno pueda hacer por el otro?

Existen personas nobles, aunque estas son las menos. Los demás, estamos en búsqueda de serlo. O no.

¿Por qué ilusionarse con que alguien dé más que aquello que tiene para dar? ¿Por qué sostener que haciendo las mismas cosas, obtendremos resultados diferentes?

Hay quienes se especializan en esto, en hacer lo mismo todo el tiempo y esperar que las cosas salgan de una manera distinta. Pero no. Una o dos o tres veces puede ser un problema de ignorante en la materia, pero más es necedad. Y nos encanta ser necios.

Hay veces en que uno se imagina, tiene la estúpida expectativa de pensar que puede asir cosas con sus dos manos, siendo que tiene un brazo amputado. La prótesis nunca será lo mismo.

Y así con todo.

Y a uno le dan ganas de gritar que sabe quienes son todos, que sabe qué piensan todos, y que sobre todo, sabe quién es uno.
Y entonces uno se da cuenta que esas vanas esperanzas son parte del ser de uno. Y si uno no puede cambiar, al menos no de un día para otro, esto seguirá.

Y algunos esto lo saben y se aprovechan. No sólo de mí, digo. Porque no hablo sólo de mí, sino de todos.

Recuerdo, por ejemplo, un hecho que pasará dentro de cuatro o cinco años, de un docente que será amable con todos los alumnos que tendrá. Pero cuando termine su clase, se venderá sutilmente como un profesor particular. A quienes acepten, les tratará en todas las clases amablemente. Con los otros, sólo lo será cuando nuevamente promocione sus actividades extracolegiales.

¿Les suena raro? ¿Estupido? ¿Inverosímil? Muchos son así. En la calle, en el trabajo, en la facultad, en la familia, en un taller, en el mensajero instantáneo... Personas que te dirán: "Qué alegría de verte... ¿puedo pedirte algo?". O los que te recordarán cuánto estuviste a su lado, pero cuando les solicites una mano, se alejarán, porque las urgencias de sus vidas actuales no les permite soltar el dedo pulgar del control remoto para preocuparse por alguien más que ellos mismos (y hacer que los demás se enteren de lo mal que se sienten, si se sienten mal).

Tal vez nos merezcamos lo que nos pasa por la hipocresía que alentamos en nuestros corazones. Tal vez sea uno esperando que alguien alguna vez, actúe como una persona, no como este fruto moderno del triunfo de la barbarie sobre la civilización, que es, v.g., ser modernos.

Tal vez ninguno de nosotros se merezca el sacrificio de nadie, y menos una sangre inocente derramada por nosotros, sea en la cruz, en la oscuridad de la prisión, en el más ignominioso exilio.

Será que los ideales, que los sueños de civilización de una sociedad justa y equitativa, son sólo sueños, y retroceder milenios marque tan solo que lo que logramos, sea lo máximo que podremos lograr como raza nunca jamás. Y que si hay pasos adelante, serán pocos, y luego, la inevitable decadencia nos abrazará y nos envolverá.

Y entonces de nada valdrá nada. Y quizá ahí se revele la verdad de quienes somos. Y que probablemente tuvimos unas pocas oportunidades de escalar un grado más allá, pero nos encargamos de dinamitarlas una a una.

Y cuando sólo silencio seamos, cuando de nuestros pasos tan solo el viento recuerde su sonido, ¿a quién le importará?

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