miércoles, mayo 09, 2007

UNIDOS HASTA LA MUERTE... Y MÁS ALLÁ     II

III


Habrán, supongo,
otros amaneceres,
otras luces que despierten la noche,
corazones se llenarán de esperanza,
otros fatigarán los suyos con los vaivenes del amor,
y yo estaré aquí
lejos de todos
aislado
impertérrito
porque sin ti
mi vida ya me da igual.


IV


Ya al abrir los ojos, algo no andaba bien. Alguien esta con él. Alguien le acompañaba, sentado en la cama hacia el lado de la ventana, y la figura le resultaba conocida.
- ¡Natalia!
La extrañeza y el temor le ganaron a cualquier otro sentimiento. La extrañeza de que su anhelo fuera realidad, el temor de que sólo fuera un sueño o una ilusión.
Ella sonrió y le miró con sus ojos grises, llenos de amor. Luego le tomó y le llevó su cabeza a su pecho.
- ¡Vos! No... no es posible... -dijo Damián temblando y como a punto de llorar de la emoción- ¿Qué... qué está pasando?
Por un breve instante se dejó llevar por ella. Sintió el suave roce de su pelo castaño sobre su cara. Aspiró hondo e inundó sus pulmones de ese olor tan característico de ella, esa fragancia que a él le hacía sentirse contenido, seguro, protegido.
De pronto reaccionó y se separó bruscamente de ella.
- No, esto no es posible, esto lo estoy soñando... Estoy loco, estoy internado, soy un caso perdido para el médico... No... -concluyó, con un hilo de voz.
La miró y en sus labios había una muda pregunta. Ella sacudió su cabeza, y le dijo con ternura:
- Muchas veces la respuesta más simple es la correcta.
Él se sentó y preguntó:
- ¿Qué? ¿Estás viva? ¿Quiere decir que toda esa oscuridad fue un sueño? Pero... si lo fue... como sabrías entonces que...
Ella sonrió.
- No, querido, la respuesta es aún más simple.
Él se sentó al borde de la cama sin comprender todavía. Ella siguió hablando.
- La respuesta es que, a veces, hay caminos que van para un solo lado. Yo te veía sufrir todo el tiempo, pero no podía hacer nada. Porque de mi mundo al tuyo una pared invisible pero efectiva impedía cualquier intento mío por acercarme y consolarte. Por lo tanto, el camino que yo hice, vos tenías que hacerlo si queríamos reencontrarnos.

Hay veces en que ciertas cosas, de tan inesperadas, nos asustan sobremanera o nos hacen tomarlas con la mayor de las pasividades. Damián hizo uso de esta opción. Tal vez es la reacción más sensata frente a la presencia de lo inevitable.
Con la máxima tranquilidad, dijo:
- ¿Entonces estoy muerto?
- Sí -respondió ella con sencillez.
Quizo abrazarla, pero una sensación, otra muy distinta de la que venía sintiendo, de vacío, se apoderó de él.
Se recostó en la cama, y dijo:
- Siento frío...
Ella se acostó a su lado y le abrazó por la espalda. Luego él preguntó:
- ¿Por qué me siento tan raro?
Ella dijo:
- Aquí todo es raro... Pero no te preocupés. Pasará en unos días.
Él sacudió su cabeza.
- Es todo... no sé qué decir... ¿Por qué siento que mi memoria se va yendo, que mis recuerdos se evaporan?
Ella respondió:
- No sé... De todos modos, no se va todo... Parece que aquello que nos daña se va... Y de algún modo que tampoco comprendo... nada más existe excepto aquello que amamos... Yo pensaba que iba a encontrar a mis padres cuando muriera, aunque tal vez no estén muertos... Quisiera preguntarles por qué me abandonaron, por qué me tuvieron tanta consideración como a un perro... Tampoco vi a mis amigos, y tampoco los extraño. Sé que los he tenido, sé que alguno de ellos hizo alguna cosa importante para mí... pero es como que nadie me importó en mi vida realmente, nadie
hasta vos...
Él se dio medio vuelta y la miró:
- ¿Es decir... que estás sola? Digo... en lo que sea que sea este estado en el que estás... ¿nunca viste a nadie más? ¿Es decir que este mundo es una soledad absoluta, como muchas veces lo fue el otro?
Ella levantó las cejas.
- Ahora no... -respondió, y sonrió-. Ahora me siento completa. Ahora sé que fuiste real en mi vida... y no me preguntés como lo sé... Son cosas que las intuyo, y aprendí a dejarme guiar mucho más por mis instintos desde que estoy aquí.
- ¿Qué haremos ahora? -preguntó Damián, luego de unos minutos.
- No sé. ¿Qué hacíamos antes de mi accidente? Nada... o nada que tuviera real importancia, por lo menos para mí, porque no lo recuerdo, y ya te dije sobre los recuerdos tristes o malos. Sí recuerdo, disfrutar de nuestra compañía. El mundo ahora se abre ante nosotros... Podemos irnos o quedarnos, aunque no sé donde, porque no hay nada afuera, y no hay necesidades físicas como hambre o sed... , leer libros, escuchar música...
Él pensó un momento y dijo:
- ¿Quiere decir que siempre estuviste aquí?
Natalia le miró como hurgando en sus recuerdos, y dijo:
- No... pero tampoco estoy muy segura... En algún momento, me encontraba en el lugar del accidente, luego en el cementerio, luego aquí... Como te digo, no hay recuerdos a los que aferrarse... pero te esperaba para que podamos rever todo, aunque ahora lo siento tan inútil... Yo sola no quería hacer nada, pero ahora estás acá...
El miró afuera, a través de la ventana, y vio que ahora la luz era distinta... Parecía que podía percibir cada uno los corpúsculos que la componía.
- Sí, estoy acá -se dijo, y abrazó fuerte a Natalia, y ella le correspondió. Con temor al principio, con certeza, con seguridad al final, agregó:- Y nada nos volverá a separar, nunca más -y así abrazados, miraron seguir al día hasta el atardecer, uno tras otro.

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